Recuperación emocional para las víctimas
Medidas de satisfacción y de rehabilitación para víctimas en el Atlántico, son uno de los mayores compromisos de la Unidad para las Víctimas.
. Los procesos de atención psicológicos y focalizados en los individuos, invitan a adelantar acciones tendientes a integrar lo emocional y lo relacional con una comprensión del contexto en que vivenciaron los hechos las víctimas de nuestro país. En este marco, el acompañamiento psicosocial es fundamental para construir un proceso reflexivo entre la población víctima y sus contextos sociales, culturales y políticos, que contribuya a la superación de los efectos psicológicos y emocionales de la violencia a través de la resignificación de la identidad y del reconocimiento de los derechos humanos.
Esta necesidad, destaca aspectos que la Unidad para la Atención y Reparación integral a las Víctimas, considera básicos para adelantar procesos de acompañamiento psicosocial con Estrategias de Recuperación Emocional. En el Atlántico, la meta es atender un aproximado de 1100 víctimas en el 2016.
Cira Andrade, psicóloga de la Unidad para las Víctimas en el departamento, asegura que la reparación comprende varias medidas, pero desde lo psicosocial, se trabajan todas las afectaciones que quedan en la victima, psicológica y emocionalmente. Lo primero, es crear una relación como acompañante de las personas víctimas de la violencia convirtiéndose en motor y brújula del proceso mismo. Luego, se trabaja la identidad como referente de análisis de la población sobre su situación emocional y relacional a partir de la experiencia violenta, lo cual permite reconocer el cambio abrupto que ésta genera, y desde allí, proyectar nuevas explicaciones o miradas hacia el futuro.
“A través de los PAARI se hace la convocatoria, o de la misma necesidad de las víctimas, o del que viene a una atención única y decide ingresar al proceso; luego, se abre el espacio para que se conozcan, que sepan por qué están ahí y cuánto tiempo van a estar. Al principio, son grupos de 15 personas, con el tiempo, algunos desertan por condiciones de salud o por razones económicas, otros por temas familiares, y en algunos casos quedamos trabajando con un menor número de personas a las que ingresan, quienes completan todo el proceso de los nueve encuentros que se realizan”, cuenta Andrade.
Por medio de relatos, representaciones e inclusive con el arte, empiezan a darse cuenta de los actos de lucha y valentía que han tenido que enfrentar desde el momento en que se dieron los hechos. En Barranquilla, Luz Mary, Rosario, José, Ramiro y el señor Manuel, aprovechan su último encuentro, para dejar un mensaje de unión y esperanza a través de la pintura. En Soledad, Miriam, Jaledia, Nohemí, Yadira, Ana Lucia, Mabel, Katiana, Sol y Nevis, recrean en una pequeña maqueta el paisaje de aquella vida en el campo.
“Queremos darle un valor simbólico muy importante a esta obra de arte la cual será una muestra para que otras víctimas o sobrevivientes puedan darse cuenta que se pueden construir cosas positivas, que podemos ser una red de apoyo para seguir avanzando a pesar del dolor, como una muestra de unión y solidaridad entre nosotros mismos”, expresa Luz Mary Garavito desplazada de Agua Caliente, Norte de Santander.
“Hoy están reconociendo todos los avances obtenidos durante el proceso, todas las herramientas que adquirieron para de alguna manera empezar a mitigar ese dolor, empiezan a identificar que su afectación no es tan fuerte como la de su compañero y a crearse una red de apoyo entre ellos mismos. A partir de este proceso, adquieren una mirada más objetiva de lo que sienten, le dan una escala de valor a sus sentimientos de rabia, de tristeza, de dolor, de angustia, o de miedo, identificando cuánto se han recuperado. Allí, cambia su forma de pensar y de ver la vida, de relacionarse, de comportarse con los otros hasta el punto de decir: “antes no podía hablar de esto y ahora tengo un nuevo proyecto de vida”, concluye Cira Andrade.