Ago
27
2015

En memoria de sus desaparecidos, Antioquia avanza en reparación

El caso emblemático de La Escombrera refleja la magnitud de la desaparición forzada por el conflicto armado en Antioquia. Los estudios del Centro de Memoria Histórica y las cifras de la Fiscalía coinciden en que es la región más afectada debido a la presencia de todos los actores armados responsables de este delito de lesa humanidad.

Con cada volquetada de tierra que las retroexcavadoras remueven desde hace 25 días de La Escombrera crece la esperanza de unas mujeres que tienen fija su mirada en las excavaciones. Saben que solo pueden esperar que desentierren huesos, pero para ellas recuperar los restos de sus familiares asesinados y desaparecidos significa alivio a su prolongado dolor.

Su atención se concentra todas las mañanas y tardes en la labor del grupo forense de la Fiscalía en esa montaña de tierra y desechos de construcción que creció por años en el barrio San Javier. Y clavadas al suelo arenoso hay siluetas negras con los nombres y frases que recogen la memoria de sus seres queridos ausentes, pero jamás olvidados: “Edgar López, padre en vida y en mi corazón siempre existís. Aquí estaré siempre, tu hija Kate”.

Los escribieron desde el primer día búsqueda en este sector de la comuna 13 de Medellín para que se visibilice que al menos 100 hombres, mujeres y niños fueron víctimas de desaparición forzada de las milicias guerrilleras y grupos paramilitares, que se disputaron  sangre y fuego la comuna trece de Medellín entre 1998 y 2004. 

Sus parientes reclaman desde hace más de una década que sus desaparecidos yacen sepultados allí con la intención de que nunca fueran encontrados y que estos crímenes y sus responsables quedaran impunes.

Ellas integran el movimiento Mujeres Caminando por la Verdad. Son unas 60 madres, hermanas, esposas e hijos de los desaparecidos, quienes desde el pasado 5 de agosto se turnan a diario, en grupos de 12 de ellas, para seguir en terreno las tareas de excavación por parte de la Fiscalía desde un campamento acondicionado en esa ladera.

Luego de más de 10 años de reclamar la exhumación y lograr que La Escombrera no fuera declarado un campo santo para echarle tierra a la verdad, justicia y reparación que persiguen, sienten que hoy esos derechos tienen respuesta.

Luz Elena Galeano es una de ellas y se ilusiona al ver la maquinaria remover la tierra y escombros que por tantos años levantaron esa montaña, que sirvió para que las víctimas de guerrilleros y paramilitares arrojadas allí se hundieran cada vez más profundo: “llevamos más de 13 años luchando y resistiendo para que se dieran estas excavaciones y por eso valoramos que el Gobierno nos ha escuchado por fin. Hoy vemos reflejada nuestras de la búsqueda de nuestros seres queridos”.

Es una de las líderes del grupo  y  también sufre su propio drama con su esposo desaparecido, Luis Javier Laverde Salazar. “Lo desaparecieron el 9 de diciembre de 2008, cuando lo bajaron de un bus que abordó en el barrio (Belencito) y lo montaron a un camioneta gris. Desde ese día no sé nada de él, pero hubo rumores que lo trajeron a enterrar aquí”.

La espera continúa en La Escombrera, donde los familiares cuentan con acompañamiento sicológico y manutención gracias al convenio entre la Unidad para las Víctimas y la Alcaldía de Medellín.

Antioquia, la más victimizada

El caso emblemático de La Escombrera refleja la magnitud de la desaparición forzada por el conflicto armado en Antioquia. Los estudios del Centro de Memoria Histórica y las cifras de la Fiscalía coinciden en que es la región más afectada debido a la presencia de todos los actores armados responsables de este delito de lesa humanidad.

Según el Registro Único de Víctimas, 45.630 personas fueron reportadas como víctimas de desapariciones forzadas en Colombia. De este total,  10.855 víctimas corresponden a Antioquia.

A pesar de la afectación en sus vidas para 27.700 familiares de los desaparecidos registrados como víctimas indirectas en la región, hay avances en la atención y reparación con la ejecución de la Ley de Víctimas.

Así lo reconoce Teresita Gaviria, presidenta de la Asociación Madres de la Candelaria, una de las líderes más reconocidas de las víctimas del conflicto. Desde hace 17 años toca las puertas de autoridades, marcha por las calles y va a las cárceles a hablar con los victimarios para encontrar a un hijo, un hermano y un sobrino desaparecidos a manos de las Autodefensas del Magdalena Medio. 

Pero además es la cara más visible de la organización que preside, ganadora del Premio Nacional de Paz del año 2006, que representa a los familiares de 1.987 desaparecidos de todo el departamento.

Recuerda que cuando las madres empezaron sus plantones frente a la iglesia de la Candelaria en 1999, en pleno Parque Berrío de Medellín, “teníamos miedo de alzar la voz, nos despreciaban y hasta nos amenazaban ahí mismo”.

Pero tras 16 años de resistencia, “hoy somos más visibles y reconocidas. Aún hay muchas falencias para la búsqueda de nuestros desaparecidos por parte de las autoridades, se debe mejorar los mecanismos y articulación, pero al menos ya hemos encontrado a 130 víctimas para tranquilidad de sus familias”, cuenta Gaviria.

La líder también destaca la reparación para las mujeres de su organización. “Gracias a nuestra lucha y ahora con la Unidad para las Víctimas hemos avanzado y tenemos ya 750 víctimas indemnizadas, una ayuda muy grande para salir adelante para estas mujeres que quedaron tan desamparadas”.

Desde 2013, la Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas ha indemnizado en Antioquia a 4.599 familiares de víctimas desaparición forzada, con recursos por 22.768.635 millones de pesos. La mayoría en regiones muy afectadas como el Bajo Cauca, Nordeste y Suroeste antioqueños. En Colombia son 78.000 indemnizaciones individuales por este hecho victimizante con una inversión de 355.000 millones de pesos.

Teresita cuenta que luego de recibir estos dineros como parte de su reparación, las víctimas “fueron orientadas e invirtieron esos recursos en vivienda propia, montaron sus tiendas, microempresas y casi 100 de ellas en estudio para terminar bachillerato o ir a la universidad.” Y relata sonriendo que algunas viajaron de paseo para volver a reír, como conocer el mar y cumplir con el deseo expresado en vida por esos seres queridos que ahora buscan sin descanso.

Reconciliación para encontrar desaparecidos

Las Madres de la Candelaria, al igual que otras organizaciones de víctimas de desaparición forzada, también son ejemplo de reconciliación. Ellas visitaron en los últimos años a desmovilizados de la guerrilla y las autodefensas en las cárceles y protagonizaron actos de perdón.

En correspondencia, los victimarios les confesaron la ubicación de fosas comunes que han permitido a la Fiscalía exhumar 15 restos óseos de víctimas. “Estamos a la espera de que la Fiscalía programe las diligencias para ir a buscar más tumbas clandestinas de desaparecidos gracias a la información de los desmovilizados”, explica  Teresita Gaviria.

Hasta julio de este año, las investigaciones de la Fiscalía han conducido a exhumar en todo el país 6.017 cuerpos de víctimas de desaparición. De estos 1.027 en Antioquia, mientras que 547 fueron entregadas a sus familiares en ceremonias públicas y privadas, con acompañamiento de los profesionales sicosociales de la Unidad para las Víctimas especialistas en el manejo del duelo.

Desde 2012, la Unidad para las Víctimas ha acompañado la entrega de restos a 1.579 familias con víctimas de desaparición forzada y homicidio en 26 departamentos, incluido Antioquia.

Eso lo agradece María luego de recuperar los restos de su hijo asesinado y desaparecido en el Urabá antioqueño hace 15 años. “Me dijeron que lo mataron, pero yo lo veía en sueños y no saber si estaba vivo o muerto era un dolor de no acabar. Ahora me tranquiliza saber dónde está sepultado con dignidad y puedo visitarlo”.

Para agilizar la identificación y entrega de restos, como lo reclaman las víctimas luego de tantos años de espera, la Fiscalía trabaja para fortalecer el Banco de Perfiles Genéticos para los cotejos y se hacen ajustes a los mecanismos de búsqueda urgente de los desaparecidos, que han sido objeto de críticas por parte de las organizaciones de desaparecidos.

El ente también creó la Unidad contra la Desaparición Forzada para lograr más resultados en la judicialización de los responsables de unos de los delitos con mayor impunidad por su misma modalidad.

Además, se priorizan otras medidas de restitución, rehabilitación y las garantías de no repetición. Jorge Mario Alzate, director de la Unidad para las Víctimas en Antioquia, explica que este “hecho victimizante tiene una ruta prioritaria y expedita para atender a las víctimas,  se realizan jornadas con enfoque diferencial y se tiene una articulación y coordinación con sus organizaciones y las entidades”.

Las víctimas en Antioquia destacan que hoy son más reconocidas y sienten mayor solidaridad gracias a las acciones como la semana de los Desaparecidos (última semana de mayo) y el Día Internacional de los Desaparecidos (30 de agosto), para  preservar la memoria histórica de las víctimas de este delito.

Con ese fin se realizará el próximo domingo en Medellín una marcha en solidaridad con los desaparecidos entre la estación Poblado del Metro y el sector Ciudad del Río (10 a.m.), donde tendrá lugar un acto central con actividades a cargo de organizaciones de víctimas (Movice, Asfaddes, Madres de la Candelaria) para sensibilizar sobre este drama que afrontan miles de familias colombianas.

Durante el recorrido de nuevo se verán las siluetas negras con nombres y mensajes en memoria de quienes no aparecen, pero no se olvidan. Allí se recordará que la desaparición forzada es uno de los hechos victimizantes que ocurrieron antes y que continúa sumando víctimas a la par de la existencia del conflicto armado. Y que pasó de  ser una modalidad de guerrillas, autodefensas y algunos agentes del Estado para convertirse en modalidad de terror de bandas criminales y delincuencia común.

Pero también será una nueva demostración que los familiares de esas víctimas desaparecidas se resisten no solo al olvido y la impunidad de estos crímenes. En memoria de esos seres ausentes persisten en busca de verdad, justicia y reparación y por eso repiten una y otra vez alzando su voz en La Escombrera, en cada ceremonia de entrega de restos y marchas en cualquier rincón de Colombia: ¡que no se repita!