El Salado despidió a sus muertos
La Unidad para las Víctimas acompañó la entrega de ocho restos a sus familias, en ceremonia que se llevó a cabo durante este fin de semana en ese corregimiento de El Carmen de Bolívar.
Llegados hasta la parroquia y el cementerio local, cientos de saladeros rindieron tributo y despidieron a ocho de sus amigos y familiares que fueron asesinados durante la masacre paramilitar de febrero de 2000.
Los cuerpos entregados corresponden a Dora Torres, Víctor Segundo Arias Julio, Euclides Rafael Torres Zabala, Ever Urueta Castaño, Jairo Alfonso Alvis Garrido, Justiniano Pedrozo, Luis Pablo Redondo y Rosmira Helena Torres.
Los actos para la entrega de los restos comenzaron el sábado con la asistencia psicosocial a los familiares de los muertos por parte de funcionarios de la Unidad para las Víctimas. “Este es un momento de acercamiento con las familias, de saber su estado emocional, de saber cómo se encuentran, poder prepararlos emocionalmente para la explicación técnico-científica por parte de los forenses de la Fiscalía y la posterior entrega de los restos y, sobre todo, es un momento para dignificar la memoria de su ser querido”, señaló Mariana Sáenz, coordinadora del equipo psicosocial de la Unidad.
Posterior a este momento, funcionarios de la Fiscalía General de la Nación dieron a conocer a los familiares la actualización del proceso jurídico y la explicación técnico-científica.
En horas de la noche del sábado se realizó la vigilia y velación en las instalaciones de la parroquia local y en la mañana del domingo se hizo, por parte de la Fiscalía, la entrega oficial de los restos óseos a sus familias.
Más tarde se desarrolló un acto litúrgico en el que el sacerdote Leopoldo Corrales hizo un llamado a las familias de los fallecidos. “Hoy tenemos que cerrar un ciclo y cuando hablo de cierre no me refiero a olvido, porque estaríamos validando a quienes en febrero de 2000 se creían los dueños de la vida de los demás, me refiero a que con darles sepultura a sus seres queridos ustedes se sienten más tranquilos porque ellos descansan en paz”, señaló el religioso.
Luego de concluido el acto litúrgico, cientos de habitantes de El Salado acudieron al cementerio y despidieron los restos para posteriormente ser inhumados. Allí, en el camposanto, estaba Viviana Pedrozo, hija de Justiniano Pedrozo, uno de cuyos cuerpos fueron entregados. Completamente compungida afirmó: “Tuve el mejor padre del mundo, un hombre honesto y transparente. Hoy, a pesar de sentirme completamente triste, me genera un poco de tranquilidad el saber que al menos después de 15 años de su asesinato pudimos darle una sepultura digna y que ya tengo un lugar a donde venir a rezarle y hablarle”.
Para la Unidad de Reparación Integral a las Víctimas, estas medidas de dignificación son importantes en los procesos de sanación y reparación para quienes cuentan con seres queridos desaparecidos o fallecidos por culpa del conflicto.
Cabe recordar que la masacre de El Salado fue perpetrada entre el 16 y el 21 de febrero del 2000 por 450 paramilitares que, apoyados por helicópteros, asesinaron a 60 personas en estado de total indefensión.
Luego de la incursión violenta, los paramilitares no le permitieron a las víctimas recoger los cuerpos de sus familiares y sepultarlos durante los dos días en que estuvieron en el pueblo, así que la descomposición de los cuerpos impidió una velación y un entierro, sumado a las condiciones de miedo que también impidieron que los familiares, amigos y vecinos se despidieran de las víctimas y acompañasen a sus allegados de acuerdo a las tradiciones comunitarias.