El Neme se vistió por las víctimas y por la paz
En el marco del proceso de reparación colectiva que adelanta esta comunidad tolimense con la Unidad para las Víctimas, este viernes se realizó una caminata y se portaron camisetas diseñadas en memoria de quienes fallecieron tras una masacre paramilitar ocurrida hace 14 años en esta vereda de Valle de San Juan.
Decenas de habitantes de la vereda El Neme, en Valle de San Juan (Tolima), portaron este viernes camisetas con mensajes en favor de las víctimas del conflicto armado, el perdón y la paz en Colombia. De este modo honraban a las víctimas asesinadas que hace 14 años, el 24 de abril de 2001, dejó la masacre perpetrada por un grupo de paramilitares de las AUC que llegó a perturbar la tranquilidad que gozaba El Neme.
Ahora, la comunidad adelanta un proceso de reparación colectiva con la Unidad para las Víctimas y, gracias a la estrategia de rehabilitación comunitaria ‘Entrelazando’, va recobrando los vínculos vecinales que se rompieron tras aquellos hechos violentos. Esta medida busca contribuir a la reparación integral y dejar atrás los imaginarios colectivos que justificaron los hechos en la guerra, según explica Nohora Moncayo, de la Unidad para las Víctimas.
“Algunos nos veían como zona roja y eso, poco a poco, va cambiando”, asegura Aleida Segura, miembro del comité de impulso del proceso de reparación colectiva en El Neme. La estigmatización influye, por ejemplo, en costumbres como bañarse en el río los fines de semana. Nohora Moncayo cuenta que, tras aquellos hechos, mucha gente dejó de acercarse por allá a disfrutar de su tiempo libre, algo que repercutió en parte de la economía basada en el turismo local.
Recientemente, Jorge Orlando Sánchez, director territorial central de la Unidad para las Víctimas (que incluye Bogotá y los departamentos de Boyacá, Cundinamarca y Tolima), señaló que “una de las tareas más importantes que estamos desarrollando es la reconstrucción el tejido social en esta zona que se vio afectada por el conflicto armado”.
“Estar en el grupo de tejedores me ha servido mucho, porque después de lo que pasó, era una vida muy verraca, porque yo dormía una noche y la otra no. Duré como cuatro o cinco años muy difíciles”, narra Ángel, el único sobreviviente de los que fueron amarrados aquella noche. “Ahora puedo contar eso con tranquilidad, antes me ponía a llorar”, afirma.
Un grupo de paramilitares llegó alrededor de la una de la madrugada del 24 de abril de 2001 hasta la vereda, sacó a la gente de sus casas y se los llevaron a una escuela, donde los tuvieron hasta las 6 de la tarde. Ángel intercedió para que soltaran a los niños que permanecieron atados por varias horas. Escuchó algunos disparos, pero no sabía su procedencia. “Yo, por donde ando, no debo nada a nadie”, pensaba Ángel para no perder la esperanza. Los paramilitares también robaron sacos de maíz, obligando a Ángel a cargar hasta el carro varios de ellos.
Cuando los actores armados al fin se marcharon, él se dirigió junto a su mamá. Durmió por horas, pero la incertidumbre no terminó ahí. Al día siguiente, se propuso ir al entierro de sus vecinos, pero no pudo ser: los mismos paramilitares que habían estado el día anterior regresaron y lo hicieron acompañarlos en busca de un fusil que habían olvidado en El Neme. La gente creyó que lo habían matado, pero Ángel sobrevivió.
Tras un periplo por Ibagué y Bogotá, rehízo su vida, tuvo dos hijos y decidió regresar a la vereda donde siempre había vivido. “Hace como dos años llegó la Unidad de Víctimas, nos reunieron y explicaron cómo era el proceso. Aprendimos a compartir con la gente, a ser solidarios con los que necesitan un favor. Se borró la zozobra de entonces”, añade. “Hay que pedirle a dios que perdone a esas personas que hicieron esto, que no debería haber sucedido. Con el egoísmo no sacamos nada, que haya más amor”, opina Ángel. “Esto no se olvida, pero hay que perdonar”.
Con ese espíritu conciliador, varias de las víctimas expresaron unas palabras antes de iniciar la marcha por los caminos de tierra de la vereda que llevan hasta la escuela, donde fueron encerrados 14 años atrás. Hoy, es un lugar diferente y allí celebraron una misa en recuerdo de sus seres queridos.
Justo al lado, la comunidad de El Neme pintó semanas atrás un muro con lemas sobre el amor. La Unidad para las Víctimas aportó los materiales y los habitantes se distribuyeron en grupos para adecuar la pintura. Las ollas comunitarias también ayudaron a recuperar la confianza entre los vecinos, reflejada en frases como “la unión es fraternidad, aumenta la felicidad y disminuye la tristeza”. Este 24 de abril de 2015, la comunidad de El Neme caminó hacia la reparación y la comunidad se declaró un “territorio de paz”.