Con actividades que llaman a la unión y al trabajo en comunidad, las poblaciones que conforman el Sujeto de Reparación Colectiva de Chinulito, en el municipio de Colosó, avanzan en la medida de rehabilitación.

La rehabilitación es una de las cinco medidas contempladas en el marco de la ley de reparación integral a las víctimas del conflicto armado. En las poblaciones de Chinulito, Ceiba, Arenita y Cerro, la Unidad para las Víctimas, a través de su equipo de la estrategia “Entrelazando” y de reparación colectiva, coordinó con las comunidades actividades que buscan la transformación de escenarios locales.

La Unidad entregó los materiales y los habitantes de las cuatro comunidades diseñaron y pintaron una valla que estará a la entrada de cada pueblo, dibujo en el que los residentes expresan cómo ven a su corregimiento o vereda y los anhelos de paz que persiguen para esa región. Con sus propias manos los pobladores pintaron los atributos principales de su comunidad, el esfuerzo de su gente para trabajar en el campo, la fertilidad de sus tierras y la capacidad de salir adelante a pesar de los hechos dolorosos que el conflicto ha dejado a su paso.

Los residentes de este sector de Colosó, quieren dejar atrás el miedo y la desconfianza, así lo expresó Richar Tovar, quien en medio de la guerra salió de la verada Mico, pero retornó al campo, a donde según él pertenece.

“Nos gustaría volver a jugar sóftbol como lo hacíamos antes del conflicto, tener las diversiones que teníamos antes, vivir sin miedos. Sería importante recuperar todo eso, no solo por nosotros, sino por la nueva generación que se viene y que necesitarán de todo esto para recuperar el deporte y la cultura.”, explicó.

Regina Narváez, líder comunitaria de Cerro e integrante del Comité de Impulso del Sujeto de Reparación Colectiva, manifestó que los cambios se han visto en su comunidad a partir de la estrategia “Entrelanzando”.

“A raíz del desplazamiento vivido el tejido social en nuestra comunidad quedó fracturado, a través de la estrategia ‘Entrelazando’ hemos podido lograr reunirnos nuevamente, trabajar en comunidad, todo lo hacemos en unión porque vemos que de esta manera podemos salir adelante”, comentó.

Dentro de la estrategia las comunidades también hicieron ollas comunitarias, donde el ingrediente más importante fue el trabajo en grupo y el aporte de cada uno para lograr un objetivo común.

Los habitantes que se alojan en los cuatro poblados quieren dejar atrás aquel 13 de septiembre del año 2000, cuando un grupo de paramilitares asesinaron a 11 nativos, una masacre que fue denominada la “ruta de la muerte” y que provocó el desplazamiento de la totalidad de los habitantes.