Sep
07
2018

Un encuentro para sanar las viejas heridas de la guerra

Un grupo de víctimas que vive en Yumbo hizo parte de la Estrategia de Recuperación Emocional Grupal, en la que trabajaron con la Unidad para las Victimas y la Alcaldía de este municipio.

Valle del CaucaYumbo

Doña Alba está de pie frente al grupo y se pasa las manos por el vientre, evocando la mujer embarazada que un día fue.

“Recuerdo sus pataditas en mi barriga. Me acuerdo de su voz, del hombre en el que se convirtió …mi hijo lo era todo para mí y me lo mataron en el conflicto”.

Entonces, el llanto inagotable de perder a un hijo vuelve a aparecer, agónico y desesperado. Doña Alba se abandona al abrazo de otras mujeres que se lamentan igual que ella, que recuerdan a sus propios familiares arrebatados por la guerra o que hacen memoria del aquel abuso sexual por parte de actores armados que les cambió para siempre la vida.

Están en un círculo alrededor de un espiral hecho con piedras en el suelo, acompañado con velones y flores. Todos tienen heridas sufridas durante el conflicto armado que no han dejado de doler, “aunque hayan firmado acuerdos, aunque haya gente que quiera pensar que todo eso ya está en el pasado”.

Por eso están reunidos, porque quieren avanzar en su proceso de sanación emocional y decidieron hacer parte de uno de los grupos de trabajo que con ese fin se conformó en el municipio de Yumbo.

En esta ciudad hay, según el Registro Único de Víctimas, 7.215 personas víctimas sujetos de atención y/o reparación. En esta oportunidad, 35 de ellas se metieron en la arriesgada terea de escarbar en los dolores con la esperanza de remover y oxigenar la tierra en la que están parados.

Este es el octavo y último encuentro que tienen con las sicólogas de la Unidad para las Víctimas y la Alcaldía de Yumbo, quienes convocan las jornadas. En los anteriores momentos escribieron sobre sus dolores, compartieron sus experiencias e hicieron ejercicios de autorreconocimiento, gratitud y reconstrucción de la memoria. Pero es en este instante de cierre cuando se enfrentan a sus más grandes fantasmas, los cuales, por lo general, aparecen con los actos simbólicos que el grupo decide llevar a cabo.

El primer acto fue el espiral de la vida. Eva Sotelo, sicóloga, les entrega en una flor y les pide que en ella representen eso que agradecen.

Alba, en medio de su dolor, agradeció la fuerza que la ha asistido para seguir adelante con su camino.

Luego estuvo el árbol de la memoria. En un chamizo pintado de blanco y rodeado por velas, cada uno de los asistentes cuelga un corazón en el que recuerda a todos aquellos que ya no están.

“Yo, por ejemplo, hoy le hago honor a mi hermanita. Tenía catorce años cuando la mató la guerrilla. La extraño mucho, ella era mi compañera, me hace mucha falta…”. Quien llora este recuerdo tiene 56 años y admite que su duelo nunca fue elaborado porque debió “ser fuerte para ayudar a mi mamá llevar esta cruz”.

Hay algunos, incluso, a los que les toca meter en un mismo corazón a cuatro o cinco víctimas a las que añoran, porque la guerra se ensañó con ciertas familias que perdieron padres, hermanos, tíos, sobrinos, haciendo larga la lista.

“Hay que darse el permiso de llorar, darle espacio al dolor para que se exprese, para que salga. Muchas de las víctimas han debido acumular por años sus tristezas y eso les hace aún más daño. En este tipo de escenarios hay unas posibilidades grandes de liberación, porque es un encuentro honesto con otras personas que también han transitado por esos senderos del dolor causados por el conflicto”, dice la sicóloga de la Unidad para las Víctimas.

Cuando la tarde cae, ha sido tanto el llanto derramado, pero también tanto el amor compartido, que aún en esos corazones adoloridos hay espacio para la sonrisa. Una de las mujeres víctimas entra al baño y se cambia, se pone un turbante y una túnica de colores y cambia de cara. Le quedan arrestos para compartir una canción y lo hace. Canta “Te busco” mientras cierra los ojos y seguramente persigue en sus rincones el recuerdo de familiar que hace solo unos minutos evocó con un corazón colgado en chamizo.

Canta “Te busco” los demás también cierran los ojos.