Junio 15 2021 - Bucaramanga - Santander
Para el familiar de un desaparecido, la puñalada que entra en su corazón cada día que pasa sin saber nada él o ella, es más dura, cada vez más profunda. Una herida que solo tiene una forma de cicatrizar: la verdad.
El dolor es doble, no solo por la pérdida, también por no saber su paradero; si está vivo o muerto. Tener una tumba a la cual visitar es una forma de sanar el dolor, de sentir la presencia; este no es un privilegio que tenga Rosmira Camacho, una santandereana que perdió el rastro de su hermano William, un estudiante de la Universidad Industrial de Santander desaparecido hace ya 35 años, con el que tiene una conexión interna y al cual no olvida, aunque el tiempo sea cruel y le recuerde todos los días su ausencia.
Rosmira lidera la Asociación ASFADDES, una organización que, durante décadas, ha dedicado su labor a lograr que los desaparecidos en Santander no se olviden, a recordar su memoria e insistir en la búsqueda de la verdad, esa verdad que para muchos es un anhelo de paz para su corazón.
“Han pasado 35 años y no pierdo la esperanza, sigo en la lucha. Con Asfaddes todos los años les recordamos a ellos (los desaparecidos) que no los olvidamos, que los tenemos en nuestros corazones y que no perdemos la fe de saber la verdad: olvidar a mi hermano no es una opción”, dice Rosmira con lágrimas en sus ojos.
Deudas de dolor
Cada año la organización, con apoyo de la Unidad para las Víctimas, realiza el Mural de la Memoria, un acto solemne con el que se rinde un homenaje a la vida de los desaparecidos, a honrar sus recuerdos, y pedir por el esclarecimiento de lo que pasó. Rosmira participa de estos eventos, no solo con el objetivo de un homenaje, sino también con la convicción de que 35 años no separan el sentimiento por su hermano.
“Mi padre y mi madre se murieron con la esperanza de volver a ver y abrazar a William, ese dolor es indescriptible. Solo éramos él y yo; quedé como hija única a la fuerza y eso es algo que jamás voy a superar”.
La semilla que germinó
La lucha por los desaparecidos en Santander no cesa; al contrario, se fortalece día a día. Hoy la asociación cuenta con una sede propia en Bucaramanga que han levantado prácticamente con sus propias manos. En esta sede viven los recuerdos de más de mil desaparecidos que parecen hacerse sentir para que no sean olvidados, para que la verdad vea la luz y que los corazones de sus familiares por fin tenga paz, una paz que Rosmira perdió en 1986, una paz que se fue con su hermano.
Cuando le pedimos a Rosmira que describa el legado de su hermano ella es contundente, William no es un desaparecido más, no hace parte de una estadística:
“William Camacho es una semilla que germinó, su memoria crece en mi corazón y en el de los familiares, él está presente todos los días. La lucha seguirá por él y por todos los demás.
Fin/(MAS/COG)