Agosto 29 2022 - Bogotá D.C.
Por Erick González G.
A Rosa Elena Mora le falta un año para cumplir 50 años de soledad, en efecto, de soledad, porque en su vida parece que el universo la hubiera dejado sola. Hace 23 años vivió la masacre de El Tigre, en su adorado Putumayo. De ese sábado 9 de enero de 1999, cuando llegaron sorpresivamente los paramilitares al pueblo, hacia las once de la noche, y asesinaron a cerca de 30 personas, prefiere no acordarse.
Esa masacre forzó el desplazamiento de casi toda la comunidad para evitar los recuerdos y posibles repeticiones. Ese genocidio no se repitió, pero según testimonios de víctimas que no abandonaron el pueblo lo peor vino después.
Para Rosa Elena lo peor vino muchos años después.
Vivía por La Hormiga con sus hijas —el papá de ellas ya no formaba parte del hogar—cuando en el 2014 hubo un enfrentamiento entre dos grupos armados ilegales, en la vereda La Esmeralda, que las obligó a desplazarse.
Esa refriega las condujo a Ecuador, donde estuvieron cuatro meses hasta que las deportaron. No tenían ni ocho días de haber regresado y el miedo regresó con más fuerza. Atentaron contra su vida, en su propia casa, delante de sus hijas. Se salvó de milagro.
No quiso abusar de la fe y partió de nuevo a Ecuador, en el 2015. Esta vez huyó con su hija menor. Debió esconderse por varios meses porque le esperaban cuatro años de cárcel si la detenían por reincidente. Con el alma en cuclillas, estuvo a hurtadillas hasta que una organización le ayudó para que declarara en ese país como víctima del conflicto. Ese fue el paso para tener los papeles en regla.
Al verse a paz y salvo se quedó cuatro años. Su hija menor regresó antes a La Hormiga a vivir con su padre. Allí se reencontró con su hermana mayor.
En Ecuador, Rosa Elena trabajó en restaurantes y enviaba dinero a sus hijas.
Mientras estaba como inmigrante desaparecieron al padre de sus hijas, en enero de 2019. Hace dos años enfermó y sus hijas viajaron para repatriarla. Su viacrucis la inscribió en varios grupos no selectos: los conformados por 250.907 desplazados forzadamente que registra el departamento del Putumayo y el de las 8.670 víctimas que buscaron sobrevivir en Ecuador, de las cuales 7.924 por motivos de desplazamiento y 69 por atentado.
Con su salud resquebrajada, en La Hormiga aconsejó a sus hijas montar un negocio para ganarse la vida. La fortuna quiso que en plena pandemia recibiera la indemnización por parte de la Unidad para las Víctimas, que fue el inicio de su tienda, en la que venden papa, yuca, plátano, limones, aguacates, gaseosas y helados caseros, entre otros productos, con los que comenzó a edificar su sueño de trabajar en lo que le gusta y donde le gusta.
Hace pocos días le dieron de alta en un hospital en el que estuvo 15 días internada, porque su salud es una malcriada que le hace pasar malos momentos. Pese a que siente la debilidad propia de quien ha abandonado hace poco las camillas, solo busca reponerse un poco más para continuar trabajando al frente de su tienda —o como dice ella—: “Para ayudar a que mis hijas estén bien”.