Abril 9 2022 - San Pablo - Bolívar
“Fui secuestrada el 10 de mayo de 1988 por las FARC cuando me desempeñaba como concejal de San Pablo (Bolívar), junto con diez cabildantes más. Nos encontrábamos en el corregimiento Cañabraval, visitando una obra que había construido el alcalde de ese entonces. Nos hicieron un ‘juicio’ porque nos acusaban de corrupción, pero a los 30 días nos dejaron en libertad luego de que les hiciéramos ver a los guerrilleros que nosotros no éramos ordenadores del gasto”.
Este es el primero de varios hechos violentos relacionados con el conflicto armado que tuvo que enfrentar Nélida Ayala, una líder comunitaria y de las víctimas de la región del Sur de Bolívar.
Más de una década después, en enero de 1999, el terror nuevamente se hizo presente en su vida cuando paramilitares mataron a su hermano, José Daniel Ayala, en una masacre que cometieron en diferentes puntos del casco urbano de San Pablo. Ese día fueron asesinadas 14 personas. A José Daniel lo acusaban de ser un político cercano a las FARC.
Nélida también tiene presente que un año y medio más tarde, en septiembre de 2000, la violencia se volvió a ensañar con ella y su familia cuando el padre de su hijo, Édinson Ramos, fue asesinado en Bogotá.
Dos meses después, los paramilitares que operaban en Barrancabermeja intentaron reclutar a su hijo Steven, de 12 años, que estudiaba en el Puerto Petrolero. A raíz de eso, Nélida lo trajo de vuelta a San Pablo.
Así, entre acusaciones de unos y otros, en medio de amenazas, hostigamientos y extorsiones, esta lideresa se vio obligada en cuatro ocasiones a abandonar su casa. Solo cuando “bajaba la marea” volvía a su tierra natal.
El liderazgo en la sangre
Para honrar la memoria de las víctimas de la masacre de enero de 1999, en la que fue asesinado su hermano José Daniel, Nélida decidió crear la organización Mujeres Cabeza de Hogar Víctimas del Conflicto Armado del Área Rural y Urbano (Mudevisa).
Hizo una convocatoria por la radio local y logró inscribir a 100 mujeres inicialmente. La asociación arrancó formalmente en 2014 y es hoy muy conocida en el Magdalena Medio. Sus 60 socias actuales reciben capacitaciones de diferentes entidades para la presentación y sostenimiento de proyectos productivos. En la actualidad, están a la espera de comenzar un emprendimiento de cachama y otro de gallinas ponedoras que gestionaron a través de Innpulsa, la agencia de emprendimiento e innovación del Gobierno adscrita al Ministerio de Comercio. Dice que esa capacidad de aglutinar y ese poder de liderazgo los lleva en la sangre porque su padre, José Ayala Monroy, fue un político y líder comunitario en la región.
También cree que ese liderazgo se debe a su paso por el concejo de San Pablo y a su preparación porque terminó el bachillerato, hizo varias tecnologías y diplomados, cursó estudios de ciencia y medio ambiente, se interesó por el tema de víctimas y derechos humanos y ha completado varios cursos en el Sena.
Asociarse y emprender
Nélida también forma parte de la Asociación de Mercados Campesinos del Magdalena Medio (Asomercam), que se dedica a fomentar proyectos para los productores del campo y, una vez al mes, organizan mercados campesinos en San Pablo. “Ponemos unas carpas acá en el parque junto con unos estantes y allí los campesinos asociados ponemos los productos para su venta”.
Con esa lógica y espíritu emprendedor, Asomercam se asoció con otras dos organizaciones, de manera que 166 familias víctimas del conflicto están impulsando la producción y venta de arroz integral. Cuentan con el apoyo de una organización llamada Corporación para la Construcción Participativa de Salud Pública (Obusinga), que les ayuda en la parte de la comercialización, y con recursos cercanos a los $500 millones gracias al Ministerio de Agricultura. Ahora están a la espera de un camión para transportar el arroz desde las diferentes fincas y poder comercializarlo.
Las 166 familias están distribuidas en 11 corregimientos de San Pablo y en dos del vecino municipio de Cantagallo. “Ya tenemos el empaque legalizado y el permiso del Invima. De momento, cada familia vende al detal en San Pablo, Cantagallo o Barrancabermeja. Sin embargo, ya visitamos tiendas orgánicas en Bucaramanga. Llevamos muestras del cereal e hicimos un mercado de promoción del producto en Piedecuesta”, dice Nélida con esperanza y orgullo.
Pero ese no es solo el único emprendimiento de Nélida en su finca. Con alegría cuenta que tiene algunas hectáreas de palma de aceite y que, con lo que eso le produce, logró construir su casa en el casco urbano de San Pablo y que, en la actualidad, está construyendo dos locales para comercializar los otros productos que tiene en la finca: queso, huevos, maíz, cachama, ganado y cerdo.
Una larga y solidaria vida por vivir
Cada vez que Nélida recibe amenazas o que intentan extorsionarla, le pide a Dios salir bien librada y cree que lo ha logrado gracias al reconocimiento de su trabajo comunitario entre la gente de la región. La gente le informa constantemente sobre lo que ocurre, por dónde debe transitar y por dónde no; y también hizo un curso de autoprotección con la embajada de España. Ha intentado varias veces retirarse, porque se siente cansada, y ceder ese liderazgo a otras personas. “Pero llega la gente a mi casa a buscarme para que la ayude y entonces como que uno tiene ese don de servicio y se da cuenta que para algo sirve; entonces cada cosa que me pasa me da más resistencia para sobrevivir y continuar adelante”.
Nélida se involucró también en la representación de las mujeres en el tema de los Planes de Desarrollo Territorial con Enfoque Territorial (PDET). Para el caso del PDET Sur de Bolívar —que comprende siete municipios de la zona—, asegura que allí se discutieron todas las necesidades y se trabajaron principalmente dos líneas: la agropecuaria y la de obras. Considera que este instrumento ha beneficiado en gran medida a su región, porque ya se han construido varias placas huella que unen veredas, se aprobó la construcción de un puente en la vía entre los corregimientos de El Carmen de Cucú y Santo Domingo y, además, están por llegar otros proyectos en materia de plátano y ganadería.
Igualmente, la lideresa destaca el trabajo de la Unidad para las Víctimas a través de la entrega de emprendimientos familiares para unidades de negocio como tiendas, salones de belleza, heladerías y panaderías, entre otros.
El perdón y la reconciliación
Cuenta Nélida que hace unos años el comandante paramilitar conocido como Julián Bolívar estuvo en San Pablo, en una ceremonia de perdón por el homicidio de su hermano y que ella lo perdonó. “Eso me ayudó mucho en el tema emocional porque yo lloraba bastante”.
Frente al homicidio de su compañero sentimental y su secuestro, dice que le contaron que esos victimarios todos están muertos y que igual ya los perdonó.
Desde hace varios periodos, Nélida es miembro de la Mesa Municipal de Víctimas de San Pablo e integrante de la Corporación Regional para la Defensa de los Derechos Humanos (Credhos). Sueña con tener una vejez tranquila en su finca, seguir produciendo para vivir y para ayudar a sacar adelante a sus tres nietos y, por supuesto, sueña también que su liderazgo sea asumido por otras personas, “para que cuando yo me haga a un lado, ellos asuman la responsabilidad que yo he llevado”.
(Fin/CMC/COG/RAM)