Abril 9 2022 - María la Baja - Bolívar
En 1998, agobiada por la situación de orden público en María La Baja (Bolívar), que incluyó el homicidio del papá de un compañero de trabajo, Maira Genes Márquez, una mujer afro, se desplazó a Cartagena.
Llegó a La Heroica a rebuscarse la vida. Inicialmente consiguió alojamiento y trabajo en el colegio Rafael Núñez ubicado en el barrio Los Ejecutivos. Trabajaba en la biblioteca, pero no le pagaban un sueldo. Allí estuvo dos años. “Fue un arreglo que hicimos con la señora del colegio: yo laboraba en la biblioteca y ella no me pagaba salario, pero a cambio me daba la comida y la dormida. Salía lo uno por lo otro”.
No solo trabajaba facilitando libros y fichas bibliográficas a los alumnos. También en sus tiempos libres aprovechaba para dedicarse a la lectura. “Recuerdo que leía textos de poesía de Rafael Pombo y también tengo presentes sus fábulas infantiles como El renacuajo paseador, Simón el bobito y La pobre viejecita”.
Después del nacimiento de su hija Luisa Fernanda, en el 2001, consiguió trabajo como cajera en un supermercado de cadena, pero la despidieron cuando se encontraba amantando a la bebé. Sin ingresos, decidió enviar a su hija con su madre para que la abuela se hiciera cargo de ella por un tiempo en María La Baja.
Desempleada y desesperanzada, se enteró de que cerca del monumento India Catalina, en una remontadora que se llamaba Las Botas, ofrecían cursos gratuitos en los que enseñaban a confeccionar sandalias y solo había que llevar los materiales.
Aprendió rápidamente a hacer sandalias, que al principio vendía a los amigos, vecinos y conocidos en Cartagena. Parecía que las cosas mejoraban, y por ese entonces, después de cinco años de haberse separado de su hija, ella regresó a sus brazos cuando vivía en un apartamento en arriendo en el barrio San Fernando.
Participó en una convocatoria de “Mujeres Ahorradoras”, una iniciativa de Prosperidad Social para enseñar a cómo administrar los ingresos, y se inscribió en un programa de la Cámara de Comercio sobre cómo montar un negocio, administrarlo y sacarlo adelante.
En 2013, Maira formalizó legalmente su emprendimiento “Luisfer Calzado” y se inscribió en otro proyecto de la Cámara de Comercio, que esta vez trataba sobre el fortalecimiento de un negocio. Al finalizar, le entregaron insumos para la elaboración de calzado, una vitrina y una máquina de coser. Montó el taller en el mismo apartamento donde vivía con su hija. Desde allí mismo despachaban los pedidos, que en su gran mayoría había promocionado por redes sociales.
Sin embargo, por aquellos días, la salud le jugó una mala pasada. Maira sufrió una trombosis que la dejó sin habla y con el lado derecho de su cuerpo completamente inmovilizado.
Una niña emprendedora
Su hija Luisa Fernanda, con apenas 12 años, decidió hacerse cargo del negocio. “Mi mamá me dijo que quería vender el negocio y yo le dije que no, que ese era el sustento de la casa y que yo me encargaba de manejarlo”, explica la joven.
Aprendió sobre la marcha a elaborar las sandalias que vendían en Cartagena y María La Baja porque no podían dejar caer la producción. En ese momento, ella cursaba séptimo grado en el colegio y justo allí consiguió nuevos clientes: sus compañeros de estudio, sus profesores, sus familias.
Luisa Fernanda recuerda que comenzó haciendo unos zapatos para ella antes de la Navidad de 2013. Ese diciembre vendió cerca de 400 mil pesos en sandalias y se quedó con las ganas de estrenar calzado, pero con la satisfacción de haber cumplido a los clientes y llevar adelante el negocio.
Después de doce meses en cama y sin habla, consecuencia que se dio por la falta de oxígeno en el cerebro que le produjo la trombosis, Maira recobró la salud. “Fue una recuperación lenta pero finalmente lo logré, aunque aún tengo algunas pequeñas secuelas. Es como volver a nacer”, dice.
A pesar de las dificultades, siente orgullo por lo que hizo su hija durante su enfermedad. “Es una berraca, porque tan solo con 12 años y hacerse cargo sola del taller mientras yo estaba postrada en una cama. Eso me enorgullece”. En eso hace una reflexión sobre el tema del trabajo infantil, pero a la vez piensa que si Luisa Fernanda no tomaba las riendas del negocio, les hubiese tocado venderlo y después de qué hubieran vivido.
Sobre su enfermedad, Maira agradece a la Unidad para las Víctimas el apoyo y el acompañamiento psicosocial que recibió.
Superados sus quebrantos de salud, Maira quiso retomar el negocio, pero en vista que a Luisa Fernanda le estaba yendo bien en la elaboración y comercialización de las sandalias, decidieron que lo que produjera el negocio fuera para las dos.
La vitrina mágica en Medellín
Gracias a otras capacitaciones y convocatorias para el fortalecimiento de negocios, adquirieron tres máquinas de coser más. Así las cosas, el negocio comenzó a prosperar. Venden calzado para damas, caballeros y niños, incluidas personas discapacitadas. “Si una persona tiene una pierna más corta que la otra, le elaboramos una sandalia más alta que la otra”, explica Maira.
También han expuesto sus productos en varios eventos. El año pasado participaron en seis ferias en Cartagena y, gracias a la Unidad para las Víctimas, tuvieron un stand en la Feria de las Flores de Medellín. “Fue una experiencia muy interesante porque nos dimos a conocer y tuvimos buenas ventas durante los cuatro días que duró el evento. Además, hicimos contactos que hoy en día nos piden al por mayor desde Medellín”, cuenta con orgullo Maira.
Según explica, tras la pandemia las ventas se empezaron a realizar principalmente por redes sociales y bajaron un poco, pero se reactivaron cuando acabaron las cuarentenas.
Con la indemnización que recibió de la Unidad por haber sufrido desplazamiento forzado, Maira invirtió en la educación de Luisa Fernanda y mejoró la casa que habían comprado en un barrio de la Comuna 2 de Cartagena, donde funciona ahora el taller en la primera habitación que está en el primer piso a mano izquierda del ingreso.
“Fue de gran ayuda ese recurso, porque la casa la teníamos en obra negra y la pudimos arreglar, y allí por supuesto funciona el taller. Además, mi hija estaba por entrar a la universidad y nos sirvió para su estudio”. En la actualidad, Luisa Fernanda, de 20 años, cursa quinto semestre de Administración de Empresas en la Universidad de Cartagena.
Hoy, “Luisfer Calzado” da empleo a tres personas: dos madres cabeza de hogar que trabajan en el taller y un domiciliario que entrega los pedidos. El negocio ha tenido buena acogida: a los clientes de Cartagena y María La Baja se suman compradores en Barranquilla, Turbaco y los que hicieron en la Feria de las Flores.
Con algo de vanidad, Maira da a conocer qué materiales necesita y cuál es el proceso para la elaboración de un par de sandalias: cuero, plantilla, el forro del cuero, tres pegantes y la suela.
“Primero se coge la plantilla, luego se elabora la capellada (parte de arriba del calzado), luego se sienta uno a coser en la máquina y después se pasa a la mesa de trabajo, se limpia la suela, se forra la plantilla y se arma el calzado”, cuenta.
Madre e hija se trazaron como próximo objetivo la elaboración de zapatillas deportivas. Sueñan con abrir varios puntos de venta en la Costa Caribe, generar empleo para madres solteras y llegar a mercados internacionales.
El conflicto armado y la enfermedad se interpusieron en las vidas de Maira y Luisa Fernanda, pero su fortaleza y empuje no tienen límites. Ante las adversidades, ellas echan pa’ lante.
Redes sociales: @luisfercalzado_ctg (Instagram) y luisfercalzado (Facebook)
(Fin/CMC/COG/RAM)