Bogotá D.C.
El 8 de enero de 2008 la vida mía cambió y salí de la burbuja en la que vivía con mi esposo, cuatro hijos y una nieta. Ese día me obligaron a entrar a un mundo que ignoré por 48 años, yo vivía en un país que llevaba más de 50 años en una guerra absurda, donde violaban a las mujeres, a la niñas y a los adolescentes, donde había desaparición forzada, tortura, genocidios, desplazamientos y reclutamiento de menores. Ese mundo tocó a mi puerta y lo hizo con el ser más débil, mi hijo Fair Leonardo.
Leonardo físicamente era una persona normal pero no sabía leer, ni escribir y no conocía el valor del dinero. Pocos se daban cuenta de su discapacidad. Desde que llegamos al barrio fue muy sociable. Él jugaba con los niños, pero ese no era su fuerte. Le gustaba más relacionarse con personas adultas. Era muy acomedido y buscaba afanosamente a quien ayudar. Se paraba en la ventana y miraba si en la esquina venía una señora con dos o tres bolsas de mercado. Luego bajaba, cogía las bolsas y se las llevaba a su casa. Ya de adulto ayudaba en la construcción. Tenía carné para trabajar en las obras. Le gustaban las cosas pesadas y la gente lo buscaba para eso, pero se aprovechaban porque no conocía el valor del dinero. Se lo llevaban para trabajar de 5 de la mañana a 5 de la tarde por 500 pesos o le pagaban con billetes falsos.