El Carmen de Bolívar
Jocabeth Canoles Canoles es una joven de la comunidad de Macayepo, una población que sufrió la violencia ejercida por los grupos paramilitares hace 20 años. Ella lidera procesos de reconciliación en la región y hace parte de la Organización de Jóvenes Provocadores de Paz de la Alta Montaña.
El 14 de octubre del año 2000 las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), ingresaron al corregimiento de Macayepo, ubicado en la zona alta del municipio de El Carmen de Bolívar, en el departamento de Bolívar. Allí cobraron la vida de 12 personas y causaron el desplazamiento de cerca de 250 familias.
El conflicto armado trajo consigo el miedo, la desesperanza, un estigma para su gente y la desconfianza entre sus pobladores, factores que quieren dejar a un lado con procesos que permitan una verdadera transformación del territorio.
No ha sido fácil lograr su objetivo, entre caminatas, reuniones, el empoderamiento y la transferencia de liderazgo y conocimientos, quieren influir en las políticas del Estado y que les sean restablecidos sus derechos como víctimas del conflicto.
Veinte años después, así ve la región una joven nacida en la vereda Jojancito de este corregimiento. Es una líder nata que busca generar procesos de cambio, incentivando la participación de los jóvenes en espacios de integración y reconciliación.
“Mi nombre es Jocabeth Canoles Canoles, nací en la vereda Jojancito en el corregimiento de Macayepo. Actualmente vivo en Macayepo y pertenezco a la Organización Jóvenes Provocadores de Paz de la Alta Montaña. Siempre he estado rodeada de liderazgo ya que en mi familia siempre ha habido muchos líderes, líderes de iglesia, comunitarios, profesores”.
Según cuenta, su proceso inició en el 2014 cuando se dio la Gran Caminata Pacífica, una marcha campesina liderada por los pobladores de Macayepo, que terminó en la firma de 91 compromisos entre el Estado y la comunidad, para mejorar sus condiciones de vida.
“En esa caminata se destacaron muchos jóvenes por su liderazgo e iniciativas. Después de eso nos juntamos para organizar un grupo juvenil y le llamamos Jóvenes Provocadores de Paz. Nuestra primera intención era la reconciliación, la construcción de paz, ser provocadores porque debíamos provocar paz y no guerra. Empezamos recorriendo las veredas, diciéndoles a los jóvenes que queríamos hacer un grupo con muchos jóvenes, para poder tener incidencia en diferentes cosas, reconciliación, integración, medio ambiente y educación superior”, manifiesta Jocabeth.
El tema de la reconciliación, en medio de las barreras puestas por el conflicto, ha sido de gran trascendencia como ella lo expresa: “La comunidad de Macayepo ha tenido un papel importante, son los que siempre rompen el hielo e incentivan las relaciones con otras comunidades”.
Habla del papel de los jóvenes y de esas líneas invisibles que dejó la guerra: “Los jóvenes han colaborado mucho en el tema de reconciliación ya que son arriesgados y no les temen a muchas cosas. Al principio había muchas líneas invisibles y los jóvenes fueron los que traspasaron esas líneas para jugar fútbol, se venía de una vereda a otra y no le temían a lo que decían los grupos armados, comenzaron a no tenerles miedo. Con la organización hemos trabajado la reconciliación y la integración es lo que hemos llevado a las veredas, hemos corrido la voz y hemos tenido asertividad”.
Los campamentos, los campeonatos deportivos y los cacicazgos ecológicos han sido parte de las actividades lideradas por ellos, para construir una verdadera integración y consolidación de los jóvenes que hacen parte de los 14 corregimientos de la Alta Montaña, 11 de los cuales trabajan con la Unidad para las Víctimas, en su proceso de reparación colectiva.
“Además de trabajar en temas de reconciliación, integración, medio ambiente y educación superior, hacemos parte del comité de impulso del Sujeto de Reparación Colectiva de la Alta Montaña y del grupo de tejedores y tejedoras, esto nos ha incentivado a estudiar la Ley 1448 de 2011 y defender nuestros derechos de acuerdo con ello”, dice la joven.
Ellos se han destacado por impulsar iniciativas importantes y han demostrado su capacidad de liderazgo. En cada conmemoración participan con piezas teatrales y recrean lo que sucedió ese fatídico 14 de octubre de 2000 o el 21 de diciembre de 2004 cuando las familias desplazadas retornaron al territorio.
“A muchos no les gusta recordar. El año antepasado hicimos como jóvenes, una dramatización del 21 de diciembre conmemorando el retorno y recordamos esos momentos. Muchos de los señores que estaban en el evento lloraron porque recordaron la situación difícil y vemos que son heridas no han sanado y que no sanan de un día para otro, son heridas que duelen que hay que recordar para poder cambiar, para poder llegar a que se nos presten atención y sean reivindicados nuestros derechos”.
Ni las tierras, ni las cosechas ni las personas son las mismas en este corregimiento después del conflicto, como lo relata Jocabeth, pero tienen un grupo de personas que, con el deseo de un nuevo despertar, han dedicado parte de su vida a estos procesos, que se trasladan a las nuevas generaciones.
“La guerra ha dejado a las poblaciones mucho más pobres económicamente hablando. El aguacate era nuestro producto estrella y ya no lo podemos sembrar porque nuestras tierras están contaminadas. Lo traían de las veredas de La Sierra, La Cañada, Floral, Floralito, Lázaro, Pita, Jojancito, y se llenaban camiones de aguacates que se enviaban para Medellín”.
Pero la esperanza está más viva que nunca hacia un futuro mejor con el acompañamiento del Estado, como ella lo afirma: “Los campesinos y la gente de la región, están a la espera de una reparación transformadora”. Expresa que la intervención de los jóvenes es fundamental, “queremos trabajar en temas de emprendimiento, a los jóvenes no nos gustan tanto estar de reunión en reunión, de taller en taller como carrito viejo; ya no queremos hacer solo eventos y que las organizaciones vengan a hacer talleres y pedagogía, queremos que las organizaciones lleguen al territorio con ganas de apoyar nuestros emprendimientos”.
Dentro de las acciones implementadas en el Plan Integral de Reparación Colectiva de la Alta Montaña, que incluye a la población de Macayepo y que lidera la Unidad para las Víctimas, los jóvenes han logrado impulsar medidas restitución como la creación de escuelas deportivas. “Necesitamos verdaderas escuelas deportivas, que se adecuen espacios y lleguen profesores que dicten esas clases para que salgan profesionales y grandes competidores de la región, en las diferentes disciplinas”, dice Jocabeth.
Ellos también trabajan por recuperar la productividad en la región, incentivar la música en los jóvenes y evitar la deserción escolar, construyendo proyectos de vida que los lleven a estudiar carreras profesionales, esta última iniciativa contó con el apoyo de la Universidad de Cartagena a través del proyecto Fuerza Montemariana
“Fue un proyecto que se hizo en la Alta Montaña donde se capacitó a los profesores y se incentivó a los jóvenes con una acción que se llamaba Súbete a mi bus, donde vivimos el ambiente universitario. Eso fue un logro que tuvimos, la idea era que los jóvenes ingresaran directamente sin tener competir con jóvenes de Cartagena porque el nivel educativo es más alto, pero se logró el objetivo y lograron ingresar cuatro”, recuerda la joven líder.
Para Jocabeth Canoles siempre habrá una siguiente meta que cumplir para lograr el objetivo como jóvenes que promueven procesos de paz y reconciliación. “A nivel comunitario queremos ver un pueblo transformado con mejores viviendas, con proyectos de saneamiento básico y algo muy importante la conectividad que nos hace mucha falta, que se den los kioskos Vive Digital, zonas wifi que no tenemos. Los jóvenes necesitan hacer cursos virtuales que se puedan capacitar sin salir de su territorio y puedan aplicar los conocimientos, esto ayudaría a transformar mucho la región y el pueblo, es mi gran ilusión”, concluye.