Jhon Jairo Gómez
Antioquia - (Medellín)

Jhon Jairo Gómez es una de las 4.971 víctimas del conflicto armado que se reconocen como población LGBTI. Sufrió homofobia, violencia sexual y resurgió con resiliencia plasmada en un libro y en sus pinturas.

 

Por: Juan Carlos Monroy Giraldo.

La violencia lo ha perseguido y dos veces creyó que a manos de ella moriría.  La primera, cuando un grupo paramilitar masacró a 43 personas en Segovia y el miedo lo arrojó debajo de la cama. La segunda, cuando sufrió años de sometimiento y ataques sexuales que lo indujeron a intentar suicidarse.

Por eso, Jhon Jairo Gómez se define como un “sobreviviente del conflicto armado y un hombre reconstruido”. La mayoría de sus días transcurren escribiendo y pintando lienzos en un taller que improvisó en su casa ubicada en el barrio Buenos Aires de Medellín.

Allí pasó muchas horas de los últimos años escribiendo e ilustrando con sus pinturas su primer libro: “Valió la Pena”. Más que un recuento de sus 52 años de vida, “es una historia de resiliencia y de sanación gracias a la reparación como víctima de un ser humano que pensó que nunca iba a salir de la oscuridad que le dejaron las cicatrices de las violencias que sufrió”.

La primera herida que recuerda Jhon fue el desplazamiento forzado que padeció con su familia del municipio de Segovia (Antioquia), debido a las amenazas contra los pobladores tras la masacre perpetrada por las autodefensas del Magdalena Medio el 11 de noviembre de 1988.

Dice que esa “matanza estaba muy anunciada y cuando empezaron a dispararle a la gente en el parque, las calles y hasta en sus casas, nos metimos con mis hermanos debajo de la cama”. Yo estaba muy joven y había mucha violencia y tuvimos que irnos por las amenazas contra la gente y ya no se podía trabajar”.

A los 18 años ingresó al Ejército y por cuatro años fue soldado y hasta combatió a las guerrillas en zonas rojas como La Macarena y Llanos Orientales. Pero, ser militar, ni su aspecto fuerte y sus 1,87 metros de estatura, impidieron que fuera objeto de homofobia y de violencia sexual: “Fui violado por tres soldados que descubrieron mi orientación sexual”.

Esa agresión fue deteriorando su autoestima. Tiempo después, luego de poner fin a su carrera militar y regresar a Medellín para reanudar su vida como mesero, barbero y bisutero en el corregimiento San Antonio de Prado, de Medellín, el conflicto armado lo volvió a alcanzar.

Allí vivía con su pareja y, lo que empezó con intimidaciones y extorsiones por parte de milicianos de las FARC que delinquían en esa zona,  se convirtió en un sometimiento, vejámenes, servidumbre forzada con armas y delitos contra la integridad sexual durante varios años y que solo terminaron hasta el 2011.

El abuso continuo llegó al extremo cuando varios milicianos lo atacaron en su casa con la excusa de corregir su homosexualidad. Al rememorar el episodio más doloroso de su vida, afirma: “Siempre he creído que me cobraron haber sido soldado y no aparentar ser homosexual, porque nunca fui de mucha pluma, pero abusaron de mí diciendo que tenía que decir si era hombre o mujer. Lo peor fue el empalamiento, que terminó por hundirme, y de allí ya salí para la clínica psiquiátrica”.

Relata que ser víctima de tantos abusos lo convirtieron en un constante “paciente de esos centros de salud mental, que tomaba nueve pastillas diarias y tenía que internarme para recibir terapias de sueño ya que el dolor no me dejaba dormir”.

El trauma lo indujo a varios intentos de suicidio, hasta que buscó ayuda y es uno de los pocos hombres en todo el país que, por decisión propia, participó de la estrategia de recuperación emocional como parte de su proceso de reparación con la Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas, tras ser reconocido como uno de los 4.971 sobrevivientes del conflicto armado que se reconocen como población LGBTI (lesbianas, gais, bisexuales, transexuales e intersexuales).

Resiliencia con letras y colores

Con el profesional sicosocial, Jhon entendió que “a los hombres también nos violan, pero que yo no soy culpable de ser ni sentir diferente para que me gritaran mariquita desde muy joven y con la recuperación emocional empecé a reconstruirme de tantas violencias. Me sacó del hueco donde estaba”.

Ese resurgimiento lo logró, en gran parte, a través de la pintura y la escritura. No fue fácil, asegura. Al igual que él, sus primeros dibujos en óleo sobre lienzo eran grises. “Retrataban la masacre de Segovia, escenas con armas, violencia y siluetas de hombres derrotados y solitarios, el ser oscuro en que me había vuelto”, reconoce con tristeza en la mirada y en la voz, al observar esas pinturas en su libro.

Pero su mirada y relato vuelven a mostrarse con fuerza al señalar que su reparación alcanzó otro punto alto en 2019, cuando recibió la indemnización económica como componente de su reparación integral, parte de la cual invirtió en la publicación de ese relato biográfico, que también es un testimonio de memoria del conflicto y la violencia contra la diversidad de género. Así lo plasma en una de sus páginas:

- “No se trata de justificar la violencia vivida y los actos de sometimiento (…) comprendí que dura historia no podía seguir (sic) en la oscuridad de lo que callamos los hombres por miedo a ser hacer señalados. El dolor del fuego son cosas muy parecidas, pues cada uno de los actos violentos que padecí durante tanto tiempo llegaron a transformarme hasta llegar a ser una mejor persona. Eso es lo que el fuego hace con los metales nobles, los cuales al ser expuestos no se destruyen, por el contrario, el fuego lo que hace es limpiarlos de impurezas y mejorar su valor transformándolo en una nueva joya”.

Ese brillo renovado y su resurgimiento también se reflejan en la pintura, que se convirtió en un proyecto de vida. A pesar de que, al principio, su motivación no fue lucrarse, le ha generado ganancia económica con la venta de algunas de sus obras.

Ese talento le dio un momento de satisfacción durante un taller Construyendo País el año pasado en Medellín. Ese día, Jhon fue una de las víctimas que expuso el emprendimiento logrado como parte de su reparación y el presidente Iván Duque se detuvo a mirar y a preguntar por la pintura de unos caballos briosos de múltiples colores.

Entonces, antes de obsequiarle al presidente ese cuadro que lo hizo llorar de emoción mientras lo pintaba, le narró que “es el resultado de mi recuperación emocional y la reparación que me salvó del suicidio y ahora soy un artista empírico y un hombre en reconstrucción".