Abril 9 2021 - Antioquia - Medellín
Por Juan Carlos Monroy
Ni el cáncer, ni tampoco el desplazamiento forzado o las tres quiebras económicas la han amilanado para tejer con tenacidad, puntada a puntada, su proyecto de convertirse en una mujer emprendedora.
La persistencia de Claudia Estella Correa Ossa para levantarse de las caídas está tan arraigada en esta mujer antioqueña, como su resiliencia para reconstruirse una y otra vez.
Vive en Medellín, la ciudad que ha recorrido por muchos años para huir de la violencia. En esta ciudad se ha capacitado en el oficio de las confecciones, ha tocado puertas para encontrar oportunidades y ha ayudado a otras mujeres que también han sufrido por la adversidad y el conflicto armado.
Así lo hizo ella misma en el momento más difícil de su vida. En el año 2011, era una mujer cabeza de familia que empezaba a progresar con su taller de confecciones en el barrio San Javier, de la Comuna 13 de Medellín, una zona azotada por la disputa entre milicias de la guerrilla y los grupos de autodefensas y, en años recientes, por las bandas criminales.
En marzo de ese año le diagnosticaron un cáncer de útero. Para ella, madre de dos hijos adolescentes, “fue muy duro porque yo empezaba a despegar con las confecciones que tenía en mi casa. Por la enfermedad y el tratamiento pasaba muchos días difíciles e incapacitada, pero por el amor a mis hijos luchaba para salir adelante”.
Lo que ganó con esos primeros años de trabajo frente a las máquinas planas y fileteadoras, lo perdió el 28 de marzo cuando se vio obligada a huir en la madrugada. Esa fue la primera quiebra de su negocio.
La amenaza había que tomarla en serio. Durante ese año, más de 10 jóvenes raperos fueron asesinados en esta comuna de Medellín por negarse a integrar los grupos ilegales o por denunciar la violencia en sus canciones.
“Mi hijo era el productor del grupo de rap, Esk-Lones, y estas bandas comenzaron a hostigarlos y querían callarlos o asesinarlos. Entonces los amenazaron de muerte si al día siguiente seguían en el barrio”, relata Claudia.
Escondida con ayuda de la oscuridad, abandonó su casa de madrugada, dejando sus máquinas de confecciones y las telas en las que invirtió sus ahorros y parte de su vida. No huyó sola. Recuerda que los jóvenes no podían pasar las fronteras para ensayar con su grupo de música. “Entonces vivieron en mi casa, donde una habitación se convirtió en estudio de grabación. Mi hijo era el productor y en la sala dormían en colchonetas. Por eso el día del desplazamiento salí corriendo con ocho muchachos y nos fuimos a vivir a otro barrio para que no les hicieran daño”.
Volver a comenzar
No se amilanó y empezó a buscar oportunidades con tenacidad. Un año después de su desplazamiento forzado recibió 1.650.000 pesos de capital semilla para reiniciar con su negocio y se capacitó. Luego ganó un concurso de la Alcaldía de Medellín y otro premio del fondo Emprender, con lo que montó un taller de 12 máquinas, que además dio empleo a mujeres cabeza de familia.
También creó su propia marca, Creaciones C.S.O., y empezó confeccionando uniformes de línea blanca para el sector de la salud. Con ese proyecto productivo encontró apoyo de la Unidad para las Víctimas enfocado en su formación y en un acompañamiento como empresaria.
Así fue como logró desfilar por la pasarela de Colombiamoda junto con otros microempresarios textiles. Como reflejo de la fuerza de voluntad, esa colección de ropa que mostraron en la feria más importante del país llevó estampada la frase “Volver a comenzar”.
“Le agradezco a la Unidad para las Víctimas, que fueron los primeros en tenderme la mano e iniciarme en la formación de empresaria que hoy tengo, y también a Propaís y al Ministerio de Industria, Comercio y Turismo, que nos han llevado de la mano a mí y a varias de mis compañeras víctimas que quieren ser emprendedoras”.
Hace 5 años sufrió otra quiebra económica y tuvo que volver a comenzar para tener su taller textil. Por eso le produce un gran orgullo ser una de las ganadoras de un concurso entre los emprendimientos de más de 100 víctimas del conflicto armado de varias regiones de Colombia, quienes se beneficiaron este año con el curso certificado “Negocios para nuevos tiempos”, gracias a un convenio entre la Unidad para las Víctimas, la Fundación Texmodas y con apoyo de la Universidad del Rosario.
El dinero del premio lo invertirá en tres máquinas para la producción del taller que “quiero fortalecer porque, aunque volví a quebrar y caí, siempre persisto para levantarme y lograr mis sueños”.
Con esa perseverancia, que reconoce como su principal fortaleza, Claudia se propuso un nuevo reto: la iniciativa Mujeres Emprendedoras. “Somos 13 mujeres víctimas del conflicto armado, con discapacidad y otras cabezas de hogar, quienes nos unimos para conformar una microempresa de confecciones y ayudarnos entre todas a alcanzar nuestras metas. Quiero transmitir mi conocimiento y ayudar a otras personas que han sufrido y son resilientes como yo”.