Bertha Lucía Fries
Bogotá D.C.

Bertha Lucía Fries conoce el sonido del silencio. Lo percibió apenas unos segundos –probablemente solo décimas– después del estallido de la bomba de El Nogal, el 7 de febrero del 2003. Y lo describe así: "Es impresionante, profundo, todavía lo siento en la cabeza, era tan duro que impactaba".

Antes de hacerse consciente de que estaba en medio de una tragedia que cobró 36 víctimas y dejó más de 200 heridos, en ese pequeño lapso de tiempo que parece una eternidad, sus recuerdos no son para nada dramáticos. "La primera imagen que tengo es bonita. Estaba mirando hacia el horizonte y vi una luna hermosa, blanca. Dicen que es la luz del túnel, lo cierto es que yo me conecto con esa luz y con una de las personas que más he querido, mi abuela, que ya había muerto. Me voy metiendo y es algo maravilloso; si a mí me piden que defina la muerte digo 'deliciosa, un paseo espectacular, pacífico y tranquilo. Ahora supongo que el cielo estaba ocupado porque me devolvieron".

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