Andrea Alejandra Cárdenas
Diciembre 9 2020 - San Bernardo - Cundinamarca

Por: Erick González

Primero se lava la fruta, luego se deja unos minutos en agua con poco cloro, después se deja descansar la fruta otro tanto, posteriormente se hierve, se deja enfriar, se pasa a la despulpadora, se empaca y se congela. Esa es la rutina que conlleva una fábrica de pulpas de fruta. 

Algo similar ocurre con los recuerdos, especialmente los que dejan cicatrices: se lloran, se dejan en remojo tratando de apaciguar el alma, de repente hierven o hieren otra vez, se enfrían, se les despoja de su filo o ponzoña, se empacan en el baúl consabido y se congelan con el tiempo. Esa es la rutina del olvido.  

Así, congelados conserva Andrea Alejandra Cárdenas los recuerdos del desplazamiento sufrido hace muchos años en la vereda El Águila, en el Putumayo, por culpa de la guerrilla.  

También atrás quedaron las experiencias de peregrinar por Modelia, Galerías y la carrera séptima de Bogotá vendiendo fósforos y artesanías.    

Hoy solo tiene en mente dos esperanzas: su fábrica y el proceso de restitución de tierras en el que se encuentra para recuperar una finca.              

La semilla de esa idea germinó hace un par de años cuando vivió en El Espinal en una finca de la familia del padre de su hijo, destinada al mango y la guanábana, mientras que su madre cosechaba orellanas, hongos comestibles, hortalizas, mora, tomate de árbol y frutos de clima frío en su finca Villaluz, en el municipio de San Bernardo, en el departamento de Cundinamarca. 

Tenían un inconveniente: las frutas se estropeaban muy rápido y no alcanzaban a venderla en el mercado, especialmente el mango. Vender pulpa de fruta fue la solución.  

“Ahorramos y compraron una despulpadora y un congelador, y empezamos a ofrecer el producto a la gente en la casa. Me regreso de El Espinal porque en Bogotá es más fácil hacer crecer el proyecto”, comenta Andrea Alejandra. 

Decisión acertada. Las ventas crecieron y restaurantes y tiendas se convirtieron en sus nuevos clientes. 

Hace un año conformaron su sueño: Pulpifruts. Ahora tratan de vender siempre al por mayor en tiendas y restaurantes, e ingresaron con sus productos a algunos supermercados. Pese a su crecimiento, todavía conservan las clientas para las orellanas de su madre, su mejor aliada.    

“Me gustaría vender jugos, granizados, pulpas, ensaladas de frutas y helados de maracuyá, mora, fresa, arazá, guanábana, guayaba, tomate de árbol, frutos rojos, frutos amarillos”. 

Su mayor deseo es exportar y tener una franquicia en venta de jugos. Por eso, la Primera Feria Virtual Unidos por las Víctimas en la que participaron desde el 4 al 8 de diciembre tal vez se convirtió en una vitrina para esos sueños al por mayor.