
Norela Coronado, la mujer que representa a las víctimas en el exterior
Desde hace once años lucha por el bienestar de los sobrevivientes del conflicto en la frontera colombo-venezolana, ahora batalla para que el Estado colombiano reabra los consulados “espejo” para beneficiar a miles de compatriotas.

Aquel día, el vehículo que habitualmente recoge a Norela para trasladarla desde la frontera colombiana hasta su lugar de residencia en Barinas (Venezuela), no logró llegar. No hubo opción, entonces abordó el bus a eso de las 11 a. m. de aquel jueves 25 de abril. Recuerda que iba llena de paquetes, uno muy grande con alimentos envueltos cuidadosamente; abarrotado también estaba su bolso de mano con medicamentos camuflados en su ropa interior y zapatos.
Sabía que encomendarse a Dios era la única opción para salir bien librada del viaje, ante los frecuentes retenes de la guardia nacional venezolana y las dificultades de un trayecto de siete horas en un vehículo excesivamente cargado de personas, maletas y hasta animales.
Durante el primer retén, el guardia, molesto por la reacción de un pasajero que se opuso a la requisa, solicitó con vehemencia y agresividad detener el automotor hasta revisar el último equipaje. La gente empezó a descender apresuradamente del autobús, mientras los paquetes eran tirados en la carretera para adelantar la diligencia. Norela aguardaba sentada pacientemente.
El guardia, al notar su reacción se acercó rápidamente, ofreció disculpas por el trato y afirmó que no era su intención actuar de esa manera, pues solamente cumplía órdenes. La tomó de la mano, le ayudó a descender y le ofreció una silla mientras terminaba el procedimiento. Para el asombro de los presentes, la colombiana no tuvo necesidad de presentar su documento de ciudadanía, ni su equipaje fue revisado. Dios no le falló.
Su experiencia con la Unidad para las Víctimas
Norela tiene 53 años, es santandereana de nacimiento, pero creció en Arauca a causa del desplazamiento forzado. Llegó al vecino país hace once años a desarrollar una labor social con colombianos desprotegidos, trabajo que la dio a conocer en el consulado colombiano en la frontera.
La experiencia en aquel autobús es solo una más en su lista, en la lucha por llevar provisiones a colombianos víctimas del conflicto, residentes en Venezuela, que no tienen la oportunidad de adquirirlos.
Su premisa es que el dar trae siempre su recompensa, y hace dos años fue postulada para ser representante de las víctimas del conflicto armado colombiano en el exterior, ante la Mesa Nacional de Participación de las Víctimas, y desde ese entonces se relacionó directamente con la Unidad para las Víctimas. Con su labor, más de mil sobrevivientes del conflicto armado como ella, radicados en diferentes estados, se sobreponen a sus obstáculos sociales y económicos en Venezuela.
Su trabajo representa el puente para hacer posible la documentación, la actualización de novedades en el Registro Único de Víctimas, gestionar la priorización en el proceso de indemnización para personas mayores de 74 años, con enfermedades o con discapacidad, que hoy, gracias a su diligencia, han resuelto sus necesidades inmediatas.
Más allá del trabajo articulado con la Unidad
Norela es testigo de la revictimización de los colombianos a causa de las difíciles condiciones de vida en el país hermano; muchos de ellos sobreviven gracias a la tenacidad y valentía que los caracteriza, algunos de los cuales trabajan en oficios domésticos para familias venezolanas.
“Cuando escaseó la harina de maíz les enseñé a hacer harina de ahuyama, yuca y plátano, a sembrar huertas en las mismas casas…si fuimos capaces de superar esas situaciones que nos llevaron a otros países, cómo no vamos a ser capaces de superar lo que estamos pasando”, afirma Norela.
Su consejo para las familias que buscan retornar es que no es la salida más favorable ante el colapso que evidencia Colombia por la recepción de migrantes; además de los riesgos, la desintegración familiar y los peligros a los que se someten para lograr subsistir. “Hay muchos colombianos y venezolanos que se encuentran durmiendo en la calle, otros están enfermos, algunos han ido a la cárcel y muchos han muerto en el intento de buscar una vida mejor; por eso, insisto en que aprovechemos lo que tenemos allá y luchemos por conseguir lo que nos falta”, recalca.
En ese batallar diario, Norela busca otra victoria: que el Estado colombiano habilite los “consulados espejo”, como los llaman, que se encuentran cerrados desde el 23 de febrero del presente año. Una contienda que si la gana sería el empujón que muchos colombianos necesitan en la frontera.
(Fin/YUM/EGG/LMY)