Las víctimas transforman sus vidas
Hace más de una década a Juan Alejandro Agudelo Dávila el conflicto armado en el país le arrebató a su héroe, su norte y su ejemplo, la vida de su padre concejal de Pueblo Rico, fue cegada; hoy trabaja para que las juventudes puedan llegar a la anhelada reconciliación.
Dentro de la conmemoración de los cinco años del “Día Nacional de la Memoria y la Solidaridad con las Víctimas”, las historias por contar de personas más que admirables aparecen en cada rincón de la geografía risaraldense. Una de ellas es la de Juan Alejandro Agudelo Dávila quien hoy por hoy dirige juventudes en pro de la paz en el municipio de Pueblo Rico.
“Yo fui un joven como todos con sueños y aspiraciones, que pude haber llegado a cumplir si el fenómeno de la violencia no hubiese tocado mi núcleo familiar, mi padre era un líder de acá del municipio de Pueblo Rico (Risaralda), era concejal en ejercicio y fue vilmente asesinado por grupos armados al margen de la ley en el año de 1998”, comentó Agudelo Dávila.
Agrega Juan Alejandro: “Era apenas un joven de 15 años, se pueden imaginar todos los traumatismos que esto generó, mi madre era una humilde campesina que vivía en el municipio de Marsella, también Risaralda, en una finca cafetera alimentando trabajadores, a raíz de este suceso todos nos vimos obligados a trasladarnos hasta Pereira, ya que las oportunidades de trabajo eran muy pocas y parte de mi familia tuvo que desplazarse debido a las amenazas y la toma del control del grupo guerrillero en el pueblo”.
Actualmente este líder de juventudes figura en el Registro Único de Víctimas como incluido por el hecho victimizante de homicidio y está a la espera a que el Estado los indemnice para estabilizarse económicamente y poder financiar proyectos que sigan beneficiando a su población.
“Estuve en el Alto Cauca estudiando y mi madre tuvo que trabajar muy duro para tratar de sacar adelante a cuatro hijos, si estudiábamos dos, los otros dos no podían, así que volví a Pueblo Rico en busca de oportunidades, decidí volver porque este es mi municipio, allí nací, crecí, allí permanecía parte de mi familia y amigos, pero lamentablemente no encontré oportunidades de empleo y me tocó volver a la ciudad, luego me reclutaron y me tocó irme a pagar servicio militar, el retorno fue muy duro”, argumentó Agudelo.
Sin empleo y ya preparado para manejar armamento, en la ciudad gente de malas influencias se aprovecharon de su necesidad, logrando persuadirlo para que hiciera parte de la Cordillera: “estando allí caí preso y me condenaron a 148 meses de cárcel, de los cuales pagué 76 meses físicos, pasando por los centros penitenciarios de Pereira, Calarcá, Picaleña y La Dorada, después recobré la libertad con el deseo infinito de no volver a tocar las instalaciones de una cárcel”.
Hoy sus quehaceres diarios transcurren entre charlas, instrucciones con la banda musical del municipio y sobre todo el cuidado de más de 40 jóvenes, con los cuales pretende concentrar toda su atención en aprovechamiento adecuado del tiempo libre.
“Cuando regresé a Pueblo Rico, el alcalde Rubén Darío Ruiz Acevedo me dio la oportunidad de trabajar con los jóvenes del municipio ya que aquí tenemos problemas de drogadicción y por ello quiero alejarlos de eso para que no repitan la historia que yo tuve que vivir, hacemos prevención con los jóvenes, trabajo social con ancianos, talleres sociales y para ellos es fundamental no solo la ayuda de la administración, si no de todas las entidades del Gobierno central que nos puedan colaborar”, concluyó Juan Alejandro.