
Discurso con motivo de la inauguración del FITB
Es un honor acompañarles en un espacio tan importante como este, que ha decidido abrir una ventana para reflexionar sobre el arte, la cultura y su relación con temas como la reconciliación, la reparación o la paz.
Buenos días a todos y todas.
Es un honor acompañarles en un espacio tan importante como este, que ha decidido abrir una ventana para reflexionar sobre el arte, la cultura y su relación con temas como la reconciliación, la reparación o la paz.
Desde que se creó en 2012, la Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas, creada a partir de la Ley de Víctimas de 2011, se encarga de brindar asistencia, atención y reparación a los afectados por el conflicto armado. En este tiempo, hemos podido observar muchos mecanismos de sanación que utilizan las víctimas de la violencia en nuestro país.
Sin duda, el arte es uno de ellos.
En la Unidad también tenemos el mandato de involucrar a la sociedad, la academia, los gremios y la empresa pública y privada, en el proceso de reparación integral de las víctimas. Para lograrlo, existe la estrategia “UNIDOS PODEMOS REPARAR LAS VÌCTIMAS”, con alcance nacional.
El objetivo principal de la estrategia es la sensibilización y solidaridad de los colombianos con las víctimas del conflicto armado interno, a través de la consecución de nuevas fuentes de financiación de la política de reparación integral, de donaciones a través del sistema financiero y almacenes de cadena establecidos en el país.
La Estrategia también está dirigida a promover la vinculación del sector privado, los gremios, la cooperación internacional y otros actores importantes de la economía nacional en el marco de la política de reparación integral para la reconstrucción del proyecto de vida y goce efectivo de los derechos de las víctimas.
Como saben, en 2014, la XIV versión del Festival contó con la participación de 27 países, 187 compañías nacionales e internacionales, 892 funciones en 30 salas de teatro, 13 espacios no convencionales y 20 parques en diferentes localidades de Bogotá. Se programaron 67 eventos académicos desde La Escuela del Festival con más de 4.500 participantes y 53 maestros nacionales e internacionales.
En la Unidad para las Víctimas, nos alegra que el Festival Iberoamericano de Teatro tenga este compromiso con la paz y la reparación de las víctimas, con la sensibilización de una sociedad cada vez más consciente del daño que produjo el conflicto armado y de las herramientas poderosas que nos ofrece el arte para salir adelante.
El Festival Iberoamericano nos permite también mostrar a las víctimas como las personas resistentes y valientes que son. Por eso, nuestra labor no está solo encaminada a atender a las víctimas, sino a contarle a la sociedad que la reparación es asunto de todos.
Definitivamente, unidos podemos reparar a las víctimas.
En el 2015 para la definición de espacios vinculantes entre la sociedad en general y los sujetos de reparación; tuvimos acuerdos con entidades privadas Efecty, Bancolombia, Banco de Bogotá; 200 voluntarios para donaciones en tiempo con miras a acompañar los procesos de reparación colectiva, y la donación de más de 100 instrumentos musicales para procesos alrededor de la música.
Otro de los ámbitos de acción de la Estrategia de Pedagogía Social que tiene la Unidad es la herramienta Transmedia y su plataforma, que permite acercar los sujetos de reparación colectiva a lo largo del país, a partir de documentos de tipo audiovisual, fotográfico y de audio, que se pueden apreciar en la plataforma virtual www.larutaunidos.com.
Cada documento hace una reconstrucción de cada comunidad o grupo político, a partir de acciones pedagógicas realizadas por diferentes áreas de la Unidad para las Víctimas. De tal manera, durante el 2015, se instauró una metodología que daría como resultado el trabajo con 21 sujetos de reparación colectiva, dejando de cada uno el material mencionado.
En este caso, se plantea el trabajo con el festival, teniendo en cuenta la creciente acogida por parte del público de Bogotá y de diversas ciudades del país y el mundo.
La mejor manera de ilustrar cómo la cultura tiene un efecto transformador es a través de ejemplos y en Colombia hay muchos ejemplos de víctimas del conflicto armado que encuentran en el arte y la cultura un camino para expresarse y seguir adelante:
Los campesinos de Las Pavas, en el departamento de Bolívar, llevan años reclamando sus tierras, enfrentando amenazas, desplazamientos y homicidios. En 2013, la comunidad de Las Pavas ganó el Premio Nacional de Paz por su incansable lucha pacífica. Entre las múltiples acciones que emprendieron como símbolo de resistencia están las canciones donde cuentan qué les ocurrió, pero también que hoy 122 familias retornaron adonde un día salieron como desplazados.
Ramón García nació en Pueblo Bello, un corregimiento de Turbo, en Antioquia. Cuando llegaron los paramilitares, Ramón quiso huir, echó a correr y cayó por un puente. Quedó en silla de ruedas. Sin embargo, eso no fue impedimento para dedicarse a lo que más le gusta: el teatro.
Hoy Ramón, con la vitalidad que lo caracteriza, ha ayudado a decenas de adolescentes a salirse de los grupos armados. Se ha convertido en un ejemplo de cómo las artes escénicas pueden alejar a los jóvenes de la violencia del conflicto que vivimos desde hace medio siglo. Esto no significa que todos se vayan a dedicar al teatro, sino que en él hallaron una vía de escape, una forma de encontrarse consigo mismos, de expresar sus opiniones sin la coacción de los fusiles. Pero el caso de Ramón no es el único.
‘El Tigre’ es un lugar de poderoso nombre situado en Putumayo, con una población muy golpeada por la guerra. Un día, un profesor llamado Luis Antonio Santacruz, treintañero, llegó hasta El Tigre y decidió formar un grupo de teatro juvenil. De las muchas representaciones que han hecho por todo el país hay una que ha sobresalido y quizá algunos conozcan: “El Tigre no es como lo pintan”.
Con esa obra, no solo explicaron cómo los estereotipos habían afectado a la imagen de su pueblo, sino que también contaron a toda la sociedad cómo se veían ellos, más allá de los enfrentamientos. Sabemos además que con esas iniciativas teatrales estaban previniendo el reclutamiento de niños, niñas y adolescentes. Ustedes saben mejor que yo que el teatro es una herramienta muy poderosa.
En San Carlos (Antioquia), el primer municipio declarado libre de sospecha de minas antipersonales en Colombia, dicen que en el tiempo de la violencia les tocó quedarse mucho en silencio. Vivieron desapariciones, desplazamiento forzado… Hoy, cuando uno visita el municipio, encuentra obras plásticas enormes, coloridas, con flores, frases y dibujos, que recuerdan esos temores del pasado, pero también expresan los sueños para el futuro. Ahora, en San Carlos, se cuenta, se habla, se comparte.
Gracias a la existencia de esos nuevos espacios artísticos para expresarse, las víctimas del conflicto armado están reconstruyendo la confianza en sus vecinos y recuperando espacios colectivos que se perdieron por culpa de la violencia. Están construyendo paz.
Por eso, desde el Estado estamos acompañando y propiciando estos procesos comunitarios, a través de la reparación. Las víctimas disponen de su propia voz. Se trata de que las escuchemos y dejemos que expresen su visión de las cosas, aun cuando sabemos de lo complicado que es hacerlo en medio del conflicto.
Por otro lado, el arte previene contra la tentación de tratar a las víctimas como pacientes (apartarlos, aislarlos, medicarlos). En lugar de atribuirles un papel pasivo, reconoce la necesidad de avivar su capacidad de acción a través de distintas formas de representación; el teatro, por su propia especificidad, tiene un papel privilegiado en este sentido, sobre todo cuando no sitúa a la víctima en el rol del espectador sino que la involucra dentro de la misma representación, como ocurrirá en el proyecto que describiremos a continuación.
Reforzar el rol activo de las víctimas, su calidad de “agentes”, es deseable en la medida en que, en primer lugar, a través de su propia “acción” es posible reconstruir identidades, darse forma, representarse a sí mismos; y en esa autorrepresentación tomar distancia y nutrir la propia experiencia.
Por último, el arte, en cuanto conserva la memoria de lo acontecido, expresado a través de la experiencia de un ser humano, no solo reproduce objetivamente los sucesos, sino que logra comunicarlos de modo sensible; allí está contenido en buena parte el sentido político del arte y, en esa medida, no solo es un instrumento de reparación sino una práctica para la no repetición.
Para este convenio y de conformidad con los objetivos del Festival Iberoamericano de Teatro y la Unidad para las Víctimas, se propone un espectáculo de teatro callejero de gran formato como el espacio ideal para visibilizar, divulgar y fomentar los procesos de atención y reparación a las víctimas, por ser el teatro callejero un medio de comunicación y entretenimiento que refleja el contexto histórico, cultural, político, económico y social de una sociedad determinada por medio de la representación de obras teatrales.
Mediante la reparación simbólica buscamos que la sociedad confluya en torno a la solidaridad y el despertar de la conciencia sobre las atrocidades del conflicto, para que no vuelvan a ocurrir.
El arte permite la reflexión colectiva y nos abre los ojos frente al mundo. Aunando la reparación y la cultura, podemos trabajar por el fin de la guerra, por crear conciencia en el respeto a los derechos humanos y contribuir a una mejor convivencia como garantía de la paz que tanto anhelamos.
Ninguno de nosotros somos ajenos a lo que le ocurrió a más de siete millones de víctimas (el 15% de la población de Colombia). A menudo, es difícil romper con patrones de comportamiento que han asumido la violencia como natural y cotidiana, pero si queremos que la paz sea estable y duradera, debemos aprender de las comunidades, construir memoria, facilitar espacios de encuentro. Las expresiones culturales nos pueden ayudar mucho en eso.
El teatro no solo es entretenimiento; es reflexión. Sabemos, por experiencia en la Unidad para las Víctimas, que las personas necesitan expresar su sufrimiento, pensar en común.
Rescatemos la palabra para solucionar diferencias y pensar entre todos cómo queremos esa Colombia del futuro. Dicen que “para cientos de conflictos, existen miles de soluciones pacíficas”. Les invito a que reflexionemos sobre esta frase, porque todos y todas tenemos algo que aportar al país.
Si se firma un acuerdo para poner fin al conflicto, seguiremos necesitando iniciativas de memoria histórica y reparación individual y colectiva basadas en el cine, la música, el baile, el teatro o la pintura. A Colombia le hace falta seguir expresando lo que ha vivido y proyectar un futuro sin más violencia, así que les animo a todos (artistas, académicos, periodistas…) a unirse al propósito de la reparación a las víctimas y construir de la mano un nuevo país.