Cosechando esperanzas
A pesar de que la violencia marchitó el amor de su vida, el talante de madre y la fe en Dios han sido el baluarte para que Beatriz Prada, mujer campesina del sur del Tolima, haya logrado sobreponerse a las adversidades.
Por William Peña Gutiérrez
Para Beatriz Prada recordar el día en el que recibió la fatal noticia del asesinato de su esposo José Educardo Vargas Hueje, es una de las pocas situaciones en las que desaparece su sonrisa, su alegría y la amabilidad de rostro que la identifica como mujer campesina y emprendedora del sur del Tolima.
Era el año 2006, y en su finca de la vereda San Joaquín Bajo, del municipio de Planadas, la vida transcurría en medio del conflicto guerrillero, pero también entre planes y proyectos para sacar adelante a la familia. Su esposo, un hombre trabajador, inquieto líder y miembro del comité conciliador de la vereda, y el único y eterno amor de su vida, fue asesinado sin un motivo y sin una explicación.
“Por la nobleza de él, le pegaron dos tiros, y lo más triste es que nunca se supo por qué”, asegura Beatriz, mientras cierra los ojos, suspira y baja la cabeza para ocultar su desconsuelo. En medio de cebollas, cilantro y hortalizas recupera el aliento y sus ojos parecen brillar al describir el proceso que le ha permitido contar con una pequeña, pero muy variada huerta.
Extiende su brazo, señala hacia la parte profunda de la empinada ladera donde cultiva café y por un instante detiene su mano y apunta el índice derecho para indicar que en ese rojizo techo que prevalece entre el verde de los cultivos vivió la escena más triste de toda su vida: “Allá en esa casa, en la que se asoma ese techo de zinc, allá fue en donde vi por última vez a mi amado esposo; yo de verdad me enamoré de él”, recuerda.
Dice que son 13 años batallando junto a sus hijos, Carolina, Diego Fernando y Daniel, con quienes huyó inicialmente por temor, abandonando la finca por un periodo de cuatro años y tres meses, tiempo en el que además de enfrentarse a sus propios miedos tuvo que vivir en un mundo desconocido y sin oportunidades en ciudades como Neiva y Bogotá. “El error de uno de víctima, es salir corriendo a las dificultades”, reflexiona.
Una vez regresó, Beatriz se llenó de valor, asumió las riendas que perdió con la partida de José Educardo, y ahora empoderada como mujer cabeza de hogar, ni la dolencia de cadera por efectos de una artrosis logra doblegarla. “He tenido varios golpes físicos y morales, pero vuelvo y me levanto; la soledad y el dolor están ahí, pero Dios y mis hijos me ayudan a salir adelante”, agrega.
Para diversificar el cultivo de café, trabaja sembrando yuca, aguacate, plátano y maíz en las tres hectáreas que conforman su finca; sabe que la vida tiene más de una oportunidad y que no es conveniente depender de un solo producto. Razón, además, por la que se postuló como beneficiaria del proyecto de mejoramiento de huertas caseras rurales implementado por la Unidad para las Víctimas, en el marco de la prevención de hechos de victimización, y con el que se busca garantizar la sostenibilidad alimentaria a 150 familias afectadas por el conflicto armado en este municipio.
“Le doy gracias a Dios porque no pensé que me fueran a seleccionar; este apoyo de las huertas llega en un momento verdaderamente oportuno. Mi meta es sembrar 100 matas de cebolla y, de ahí en adelante, tomate, habichuela, cilantro, lechuga y fortalecer mi huerta”, manifiesta.
Una meta que, asegura, cumplirá con el fertilizante, las semillas y las herramientas que recibió dentro del proyecto agropecuario y que tuvo la particularidad de recibir directamente de manos de la subdirectora de la Unidad, Lorena Mesa, y la directora de la territorial Central, María José Dangond, quienes la visitaron en su finca.
“Ojalá que todos nos pongamos la botas para aprovechar estas ayudas. Yo pienso ampliar unos 40 metros cuadrados esta huerta y beneficiar a la gente del pueblo con mis productos”, concluyó mientras agradecía por el beneficio.
Planadas es uno de los cuatro municipios del Tolima que hacen parte de los 170 en el país priorizados con Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial (PDET), por ser uno de los territorios más afectados por el conflicto armado, con mayores índices de pobreza, presencia de economías ilícitas y debilidad institucional, donde el Estado ahora tiene como principal objetivo lograr la transformación estructural del campo y el ámbito rural con la participación activa de las comunidades, en procesos como los que lidera la Unidad para las Víctimas y con los que se beneficia a mujeres resilientes como Beatriz Prada.
(Fin/WPG/EGG/LMY)