
Venus Losada, líder campesina que encontró en sus canas sabiduría y la llave de la felicidad
El conflicto le quitó sus hijos, pero hoy ella es símbolo de resiliencia y liderazgo en Caquetá.

Venus Losada Gaviria, es una persona mayor, víctima de desplazamiento forzado en Caquetá, quien pese a su dolor les sigue apostando a las nuevas generaciones con su sabio consejo y alegría.
Oriunda del municipio de Valparaíso, donde nació hace 62 años, creció en el seno de una familia campesina conservadora y rígida que se dedicaba a la vaquería.
Permaneció desde muy niña en el internado local, donde aprendió de manera magistral el arte de la modistería, oficio que más tarde le serviría para brindar el sustento honrado a su familia y para ayudar a las personas desfavorecidas del lugar en donde vive.
La guerra
Cuando estaba muy joven, Venus se enamoró y formó su familia con base en valores como el respeto, la unión y el amor. Pero el conflicto armado que vivió el país, le jugó una mala pasada: cuando menos lo imaginó, se convirtió en víctima de desplazamiento forzado, tras el asesinato de parte de su familia, a lo que se sumó, el abandono de su esposo, quien “corrió tras las faldas de otra mujer”, como ella misma cuenta.
“Recuerdo que para la época el Ejército quitó un campamento que tenía muy cerca a nuestra casa; ellos estaban cuidando una obra realizada por el Gobierno en Valparaíso. Cuando los soldados se marcharon, los violentos no vacilaron en atacar a los pobladores de la zona, asesinaron a nuestros hijitos en nuestra propia cara y nos dejaron sumidos en el más profundo dolor, nos dieron minutos para abandonar nuestras viviendas y perdimos los pocos muebles que teníamos, las vacas y los cultivos; esto nos desmoronó el alma”, dice Venus con profunda tristeza.
El primero en ser asesinado fue Édison, el mejor parecido de todos sus hijos. La tragedia ocurrió el 16 de julio del año 2000, cuando el joven campesino cumplió tan solo 17 años de vida y decidió comprarse una motocicleta con el producido de su trabajo como vaquero en la finca de sus padres. “Era una de esas motos grandes, de alto cilindraje que llaman, y que tanto le gustan a los jóvenes para sacar a pasear la novia. Precisamente mi muchacho venía por la carretera principal a mostrarnos la moto y unos paramilitares que estaban haciendo retén en la mitad de la vía y le exigieron que se las entregara, acusándolo de habérsela comprado a la guerrilla. “Aunque mi hijo afirmó que había hecho la compra de la moto en el comercio y que lo podía demostrar, sus captores sin misericordia alguna lo asesinaron”, recuerda Venus.
Pero allí no terminó el horror de esta familia campesina, toda vez que el 27 de noviembre del año 2001, su hijo menor, Nilson, de tan solo 16 años, un joven noble, trabajador y honrado que quería ser militar, fue asesinado en su propia casa y delante del resto de la familia, por parte de hombres que se identificaron como integrantes de las Farc. “A ‘Pucho’, como le decíamos de cariño por ser el menor de los hombres, lo señalaron de ser auxiliador del ejército. Esto no era cierto, simplemente mi hijo era amigo de los soldados que cuidaban una obra del Gobierno y se reunían, decían chistes, poesías y compartían, porque Nilson quería prestar servicio en el Ejército. Eran los sueños de un niño sin malicia”, recuerda Venus.
De manera seguida Venus y los hijos que aún le quedaban salen desplazados hacia Florencia dejando abandonada su casa, muebles, ganado, gallina y los cultivos que tenían en su finca.
En la capital caqueteña se dedica a la modistería, arte que le ayuda a subsistir a ella y a su familia.
Sin embargo, la violencia volvería a tocar a Venus y a su familia. En el 2014 el mayor de sus hijos, Édgar, el que sostenía la familia en ese momento fue asesinado en un populoso barrio de Florencia, por parte de unos delincuentes que lo abordaron con la supuesta intención de comprarle un ganado, pero que en realidad jamás se lo pagaron y que para saldar la deuda le cegaron la vida. “Yo ya tan vieja qué iba a cobrar la plata de ese ganado; nos quedamos desde ahí las tres mujeres solitas, mis dos hijas y yo”, recuerda.
Una mujer resiliente
En los años siguientes continúa con la modistería y también se hace a una parcela en las afueras de la ciudad, lugar en el que cultiva yuca, plátano y piña.
En la actualidad Venus ya es abuela y en los tiempos libres se dedica a ayudar a otras personas. “Hoy en mi corazón solo hay amor para los demás, me gusta ayudar a las personas mayores, a las madres cabezas de hogar y los niños que así lo requieren a través de la implementación de proyectos productivos como el plátano, la yuca y las gallinas ponedoras”, dice y agrega que “ser abuela, me limpió el alma, me hace completamente feliz, mis nietos hicieron que en mí renaciera el faro de la esperanza, los sueños volvieron a mi vida, hoy mi anhelo es seguir trabajando por la comunidad y por mi familia”, asegura.
De igual forma, Venus destaca el papel de la Unidad para las Víctimas, y considera que la entidad prioriza la atención a las personas mayores, y busca prevenir la discriminación. “El equipo de trabajo de la Unidad para las Víctimas en Caquetá, nos trata con mucho cariño, son muy atentos con nosotros los mayores, nos tienen paciencia y no ahorran esfuerzo, en explicarnos paso por paso lo que nos toca hacer, para conseguir la reparación integral a la que tenemos derecho, muchas gracias a las psicólogas por su orientación para aliviar nuestro dolor”.
Esta mujer de tez morena y mirada limpia que sonríe con facilidad, tiene como filosofía de vida darse y entregar lo mejor de sí a los demás hasta el último día de su vida. “Ayudar a otros, esa es la llave maestra de la felicidad”, concluye.
A sus 62 años, Venus es símbolo de reconciliación en el sur del país, sus visos plateados en el cabello, mirada serena y sonrisa inagotable, permiten ser testigo de su alma tranquila, pese a que la crueldad de la guerra se ensañara en el pasado en contra de su familia.
(Fin/XNL/CMC/LMY)