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“A veces, lo que más quieren la víctimas es recobrar su rutina”: psicóloga de la Unidad para las Víctimas
La psicóloga Mónica Sanguino Gómez, del Centro Regional de Atención y Reparación a Víctimas de Cúcuta, habla de su experiencia con las personas afectadas por el conflicto armado.
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“Sí, muchos tienen rabia. Otros miedo o dolor, pero a pesar de esos sentimientos, la mayoría quiere recobrar su día a día, su conversación con los amigos o vecinos en las tardes, mirar sus hijos jugar frente a la casa, la rutina que tenían antes de que el hecho violento alterara sus vida”. Quien habla así es Mónica Sanguino Gómez, la psicóloga del Centro Regional de Atención y Reparación a Víctimas (CRAV) en Cúcuta, localizado en la ciudadela Juan Atalaya.
Ella lleva dos meses prestando atención psicosocial, especialmente a los desplazados que son la población más numerosa en el grupo regional de víctimas del conflicto armado en la ciudad. Empezó en la Secretaría de Posconflicto y Cultura de Paz de Cúcuta, y desde hace un mes fue delegada por la Alcaldía al CRAV.
“La mayoría de los que buscan ayuda aquí han salido del campo, llegaron sin tener conocidos en la ciudad, tienen que invadir terrenos y sus hijos están en riesgo de caer en poder de bandas criminales. Están estancados. Con ellos empezamos trabajo psicosocial en familia e individual. Tratamos de definirles sus miedos, de identificar en qué momento se les estancó la vida, cuáles eran sus sueños antes, y cuáles son ahora”, explica la psicóloga.
“En esas charlas –agrega-, descubren que no todo era bueno, que aquí también tienen nuevas oportunidades que deben aprender a provechar, que han logrado unirse como familia, que tienen gran capacidad de resiliencia que desconocían. Pero a pesar de todo eso, muchos sueñan en reconstruir sus costumbres, su día a día y eso a veces sólo es en su lugar origen”.
En los registros que lleva Mónica de quienes guardan ese deseo se encuentra don José, quien llegó a Cúcuta el año pasado desplazado de la vereda Agualasal, jurisdicción de Tibú. Un día de septiembre lo sacaron de la finca donde trabajaba, lo atacaron con machete dejándole heridas en los brazos, piernas y cuello. Cuando lo dejaron sus agresores, maltrecho logró llegar a su casa y al día siguiente él, su mujer y sus seis hijos abandonaron el lugar.
En Cúcuta viven en una invasión. Trabajan en lo que pueden él, su mujer y sus hijos mayores. En medio de esa incertidumbre, asegura la psicóloga, su deseo más firme es poder volver a la finca donde trabajaba.
Otro caso es el de Ramona, desplazada de Pachelli, vereda de Tibú, hace más de 14 años. Cuando ocurrió el hecho salió con su marido y algunos de sus 13 hijos. Estuvo en Cúcuta un tiempo, luego se fue a Venezuela, de donde regresó, cuando la crisis de ese país se agudizó.
“Ella estuvo el año pasado en la que era su finca en Pachelli y dice que está todo abandonado. En una terapia me dijo que quería volver allí. Hoy Ramona, de 59 años, está separada y vive en una casa en un cerro. A pesar del recuerdo de los hombres encapuchados matando a unos vecinos y diciéndoles a otros que se fueran, ella cree que ahora, allá podía vivir tranquila”, afirma Mónica Sanguino.