Ene
25
2016

Palabras en el homenaje a Diana Turbay Quintero

En nuestro país, después de más de 50 años de violencia, no olvidamos las graves afectaciones que sufrimos por la pérdida de Diana Turbay.

Bogotá, D.C.Bogotá, D.C.

Buenos días a todos y a todas.

Estimados Familiares y amigos de Diana Turbay.

Honorables Congresistas.

Miembros de las diferentes entidades aquí presentes.En nuestro país, después de más de 50 años de violencia, no olvidamos las graves afectaciones que sufrimos por la pérdida de Diana Turbay.

Es un honor para mí estar ante ustedes para honrar su memoria y reflexionar sobre su gran aporte a nuestra sociedad durante el ejercicio de su profesión en uno de los momentos más complejos y difíciles para la historia de Colombia.

El ejercicio periodístico contribuye a mejorar la democracia; contribuye a que la sociedad esté informada para tomar decisiones que proyecten cambios que las hagan más justas, propicia la curiosidad por entender más el país en el que vivimos y propende por alzar la voz de quienes no son escuchados. Hoy recordamos a Diana Turbay como un ejemplo de la independencia periodística, un ejemplo de un periodismo comprometido con el país.

Símbolo, en definitiva, del buen periodismo. A menudo se dice que son los periodistas los que escriben los primeros capítulos de la historia que después leemos en los libros. Así ocurre con periodistas como Diana Turbay, que con su trabajo incansable construyeron la memoria de una nación.

Y es símbolo también de franqueza, dulzura, alegría, generosidad e inteligencia, como lo son las mujeres de su familia.

Por eso, hoy es tan pertinente reunirnos para hablar de ella, para difundir el legado que nos dejó, para decirnos a los ojos que no fue en vano tanto sufrimiento de ella y de su familia.

Frente al dolor de la pérdida, nos queda el ansia de un presente que reivindique el valor de la palabra, del diálogo y del amor por el otro. No me cabe duda de que Diana Turbay estaría muy orgullosa de sus hijos, María Carolina y Miguel, que se han convertido en ciudadanos comprometidos con el país. A través de su trabajo por la equidad, por una sociedad donde ningún niño o jóven tenga que crecer sin sus padres por culpa de la violencia; por una Colombia en paz.

Esta mañana, antes de venir aquí, leía con emoción una entrevista a María Carolina, donde contaba que cuando secuestraron a su mamá, prometió no volver a reír, y sin embargo, la vida es tan maravillosa que ha reído miles de veces y ha llevado una vida feliz. Nos enseñaba que la mejor opción para vivir ligero de equipaje es perdonar y soltar.

Esa capacidad de transformar el dolor en fuerza para salir adelante y esa apuesta personal por la reconciliación la he encontrado a menudo en las personas con las que trabajamos en la Unidad para las Víctimas. Y por eso, a pesar de las dificultades que hemos enfrentado como país, tenemos la capacidad de reinventarnos y mirar hacia un futuro que se antoja cada vez más esperanzador. 

En este momento en el que Colombia busca pasar la página de la violencia, es hora de decir que nada, absolutamente nada, justifica la muerte de otro periodista, de otro compatriota. Al perder a Diana Turbay, no solo perdieron su familia y sus seres queridos, perdimos todos como sociedad. Se nos arrebató la posibilidad de tener una mejor democracia, donde sea válido el ejercicio de la crítica.

Los periodistas han dejado una huella que debemos rastrear, a la que debemos acudir, sobre todo cuando su intención periodística se centraba en acercarse a la realidad, a la cotidianidad de una sociedad acechada por la violencia. La de aquella época y la de ahora. Bien valdría la pena aproximarse a ese estilo narrativo, a ese impulso de límites insospechados que tenía Diana, para que las nuevas generaciones de comunicadores sociales y periodistas pudieran aprender del quehacer de su oficio. Es allí donde encuentra sentido la actualización de ese pasado, la elaboración de una memoria que tienda a transformar los contextos del presente.

Tengo plena confianza de que la paz hacia la que caminamos contendrá los valores democráticos que encarnaba Diana. Su labor como periodista, su ejemplo de vida y su entereza nos quedan como un legado al qué aferrarnos. Esos ideales que ella encarnaba también alimentarán la construcción de paz en la que todos y todas estamos involucrados.

Que este 25 de enero sea una fecha para recordar, no desde el rencor, como nos ha enseñado a todos los colombianos la familia de Diana Turbay, sino desde la convicción de que nos merecemos un país mejor. Un día para honrar la memoria del generoso aporte de Diana Turbay al que García Márquez consideraba “el mejor oficio del mundo”. Por un periodismo sin miedo y una Colombia en paz, hoy todos nos llamamos Diana Turbay.