Aug
17
2023

Absalón: el sonido de las raíces y la hermandad en el Pacífico

Absalón Sinisterra es compositor y cantante, luthier de marimba y fundador del grupo Afropacífico. Nació en Timbiquí, Cauca, donde fue desplazado por la violencia. Lleva más de 20 años expandiendo mensajes de reconciliación, hermandad y paz

“Yo estaba físicamente en Glastonbury, Inglaterra, pero mi mente estaba en Timbiquí, Cauca. En cada golpe del bombo que daba mi abuelo y en cada canto que hacía mi abuela”.

Absalón Sintsierra Montaño se declara como el heredero del Pacífico y lo hace realidad en cada uno de los acordes en los que suenan sus raíces. Su historia, como la de más de nueve millones de personas que han sufrido los impactos del conflicto armado en Colombia, es el reflejo de un poder de resistencia, coraje y paciencia.

Lleva 20 años en el mundo de la música, es compositor, cantante, luthier de marimba de chonta, y todos los días se levanta con el impulso de crear melodías del Pacífico para contribuir a la reconciliación, la paz y la hermandad en medio de la guerra que él mismo ha vivido.

Andes

Es un hombre “terco” que no se ha dejado diezmar por la guerra, ni por lo complicado que es el mundo de la música en Colombia; una cuestión de aguante y persistencia constante que solo se puede compensar con el sentimiento que se produce en una tarima al remembrar su infancia, sus abuelos y los amaneceres llenos de paz en el río. “Yo soy de Timbiquí, allá fue donde nací y me crie en el corregimiento de San José”, canta en la canción precisamente llamada ‘Yo soy de Timbiquí’ en la que narra la tranquilidad y la alegría que se vivía antes de la guerra en este municipio ubicado en la Costa Pacífica.

A los 22 años Absalón trabajaba en el día entre varios oficios terminaba y en la noche terminaba el bachillerato. El 7 de septiembre de 2001, grupos al margen de la ley llegaron a Timbiquí dejando a su paso varios muertos que tuvieron que ser enterrados en los patios de las casas familiares. En la huida, Absalón recibió dos impactos de bala, le dieron 24 horas para irse del pueblo y con 5.000 pesos en monedas de mil tomó una lancha y zarpó hacia Buenaventura.

“Tomé una lancha, por fortuna, el lanchero era del esposo de una profesora y llegué a Buenaventura, ahí estuve un mes y 15 días. Al mes de estar allí, me di cuenta de que el mismo man que me había golpeado, estaba a varias casas de donde yo estaba”.

Con el miedo latente, Absalón huyó por segunda vez de su casa en menos de dos meses. En Cali empezó otra la vida que tampoco resultó fácil. Trabajó en los buses cantando y pasando momentos complejos.  Pero como lo canta el mismo en sus canciones, “Destinado para aguantar, dispuesto a prosperar”, llegó a Bogotá con la guitarra al hombro y, en 2009, luego de muchos esfuerzos, cantar en la calle y hacerse conocido por el voz a voz, pudo iniciar su grupo Abasalón y Afropacífico.

En el 2013 empezó a sonar en Radio Nacional de Colombia lo que le sirvió de impulso para hacerse conocido y clasificar a festivales nacionales de música como el Petronio Álvarez en Cali, tarima obligada para la prosperar en la música del Pacífico, en Colombia al Parque en Bogotá y Estéreo Picnic.

Andes

“El primer Petronio, en 2014 fue abismal, una cachetada. Como quien dice “usted tiene que venir acá bien preparado o no vuelva”, la música que hicimos fue bonita, pero para estar ahí se necesita más que solo eso”, recuerda Absalón.

Entre tarimas, llevando mensajes de paz, reconciliación e inclusión, clasificó para representar a la música colombiana y la herencia africana en sus sonidos, en uno de los festivales musicales más importantes del mundo: Glastonbury, Londres, Inglaterra.

“Fue una gran ventana al exterior, aunque había mucha gente y no entendía lo que uno decía, la gente se gozó la música. Ahí me di cuenta de que la música no tiene idiomas ni fronteras. Era un contraste de emociones, empecé a llorar en medio de la presentación”.

Este “negro de pelo quieto que ama su raza”, se ha empecinado en más allá de promover los sonidos de su tierra, en crear canciones con sentido social teniendo siempre en mente el poder de la música para expandir un mensaje de paz que no conoce fronteras, condiciones ni razas.

Andes

Su voz también sirve hoy para hablar en nombre las víctimas del país y es por eso que hace un llamado a saldar la deuda histórica que existe con las personas que, como él, han sufrido el conflicto armado: “Más que víctimas somos seres humanos que tenemos cualidades, virtudes, para seguir aportando en los procesos, no somos cualquier cosa”.

 

La música le ha enseñado a caminar al ritmo de sus raíces, de sus amaneceres en Timbiquí y del eco de la voz de su abuela cantaora más fuerte que el de las balas que recibió. Para él, su vida suena al bunde chocoano, cadencioso, al son del tambor pausado, y a la marimba de chonta que requiere paciencia y sabiduría para hilar cada tecla, así como Abasalón ha construido su mensaje incesante para que resuene la paz y la reconciliación donde quiera que vayan sus sonidos.